Sidney Lumet cuenta en su libro 'Making Movies' cómo un actor influyente puede destruir un guión. Los productores barajan nombres para el reparto de 'Veredicto final' cuando una estrella «de las gordas» muestra interés en rodar la película, aunque pone algún reparo: desea verbalizar lo que el espectador debería deducir, es decir, explicar mejor su personaje. La mayor parte de los guionistas saben que la fuerza de una historia suele residir en los huecos elocuentes, aquello que no se narra con palabras y, sin embargo, el público percibe. David Mamet, autor del guión, rehúsa modificar su trabajo. Contratan a una afamada guionista que llena los huecos de palabras mientras se embolsa medio millón de dólares. A continuación, la estrella sugiere trabajar con un tercer escritor. Poco a poco, el peso del argumento se va desplazando a favor del protagonista. La película trata de la redención de un hombre atormentado por su pasado, un abogado alcohólico que ha caído tan bajo en su profesión que se dedica a buscar posibles clientes en los entierros. Nuestra deidad influyente insiste en eliminar los matices desagradables y adornarlo con las características del héroe, ya saben, para que el público pueda «identificarse» con él. Se hicieron cinco versiones del guión. Por supuesto, la estrella nunca llegó a rodar la película. Sidney Lumet exigió filmar la primera versión de Mamet y el papel principal acabó en manos de Paul Newman, que se agarró al personaje con el ímpetu de un caniche que muerde el dobladillo de un pantalón.
A pesar del vodevil inicial, la nómina de actores de 'Veredicto final' es antológica. Los ojos de Newman compiten con la mirada turbia y el erotismo de iceberg de Charlotte Rampling, que, en los años 40, hubiese abrasado el cine negro con sus ojos de cianuro. James Mason nos regala otro de esos villanos que abanican ironía e interpreta al abogado que defiende a la gestora de un hospital que ha dejado a una mujer en coma. Y luego está Milo O´Shea. Un hallazgo. «Es el tipo con más pinta de corrupto del mundo», dice Lumet. Su personaje, el juez, posee la dulce imparcialidad de una moneda falsa.
'Veredicto final' es uno de los dramas judiciales más notables del cine americano. Se beneficia de la habitual sobriedad de Lumet en la dirección y, sobre todo, de un guión sólido, lleno de elipsis y silencios, en el que un perdedor pleitea contra el sistema y las instituciones buscando recuperar su dignidad, algo que Robert Redford no supo (o no quiso) ver.
(Publicado en La Voz de Galicia)
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