01 julio, 2016

Seducida y abandonada

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 En 1995 el cine celebró su centenario. Además de reportajes y entrevistas, los medios de comunicación publicaron varias listas con las obras más destacadas de estos primeros cien años atendiendo al gusto personal de algunos personajes ilustres como Billy Wilder que, entre sus diez títulos preferidos, incluye 'Seducida y abandonada' de Pietro Germi, director de gran éxito en los años sesenta y en la actualidad casi un desconocido.

 'Seducida y abandonada' retrata la sociedad italiana de posguerra a través del esperpento, un género que basa su eficacia en la inquietud con que el espectador percibe que lo que está viendo, aunque parezca inconcebible, bufo y desquiciado, está más próximo a la realidad que a la exageración. El relato transcurre en una pequeña localidad siciliana en la que Germi ejecuta una prospección en el subsuelo de esas familias antiguas y honorables con mujeres inmaculadas, y muestra, de manera grotesca y asombrosamente divertida, la hipocresía, el puritanismo, la represión y el machismo más delirante. Todos se tensan como la piel del tambor cuando las apariencias o el honor pueden quedar en entredicho.

 Vincenzo Ascalone, padre de familia con un hijo pánfilo y cuatro hijas en edad casadera, sufre la vergüenza de ver cómo una de sus hijas ha perdido la honra con Peppino Califano, quien inicialmente estaba prometido con otra de ellas, mucho más menguada y sin el magnetismo que posee la mancillada Agnese, una Stefania Sandrelli cuyos paseos por el pueblo, con esa forma de andar en silencio (que luego heredará Monica Bellucci), esa cadencia erótica y esa manera pía de ir mirando el suelo, hace que se muevan las placas tectónicas. Cuando el padre descubre el oprobio encierra a Agnese y empieza a maquinar todo tipo de arreglos delirantes para salvar el honor de la familia. Las situaciones estrafalarias que se producen a continuación cargan la película con una munición de personajes excepcionales: un médico con la prosodia de Luis Ciges, la criada que enumera todas sus enfermedades o el sepulturero con dotes de mediador internacional convierten la mentira y el chiste continuo en altas expresiones del comportamiento humano. No resulta difícil imaginar las carcajadas de Billy Wilder con el gag de ese jefe de policía pícaro y escéptico que cada vez que se acerca al mapa de Italia de su despacho, tapa Sicilia con la mano y observa cómo quedaría el país sin esa región. A continuación, suspira.


                                                                              (Publicado en La Voz de Galicia)

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