29 noviembre, 2015

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 Lonely Pub, Yorkshire, 1964 | John Bulmer.

26 noviembre, 2015

The Man from Earth

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 Richard Schenkman dirige 'The Man from Earth', una miniatura de atuendo humilde y narrativa sencilla. Su coste: 56.000 dólares. Con semejante monto económico, los productores deciden gastar en una herramienta revolucionaria destinada a los guionistas: bolígrafos. Los bolígrafos prosperan y nace un guion de ciencia-ficción desnudo de trucos generados por ordenador que abusa, sin embargo, del efecto especial más barato y a la vez difícil: la imaginación.

 John Oldman, profesor de Historia, está de mudanza. Se marcha de la ciudad de forma repentina y reúne a un grupo de colegas del trabajo en su chalet de montaña para despedirse. Sus amigos notan algo raro, sospechan, creen que huye de algo, y él termina por contarles su secreto: no envejece. Ante el estupor de sus compañeros, afirma tener 14.000 años, o eso cree, porque no está seguro. El tiempo que miden los relojes es posterior a su nacimiento. John Oldman está, por tanto, fuera del almanaque. Lleva una década trabajando en esa universidad y tiene que marcharse. Después de diez años, la gente comienza a percatarse de que no envejece. Lo sabe. Le ha ocurrido otras veces. Imaginen la cara de sus amigos, gente altamente preparada: un antropólogo, un biólogo, un psicólogo... ¿Un hombre de la Edad de Piedra que sobrevive hasta el presente? En pleno desconcierto comienza el interrogatorio severo, que se convierte en el sueño de cualquier arqueólogo: «Si las piedras hablaran». No hace falta. Está John Oldman, anterior incluso a algún accidente geológico, que en torno a la luz del fuego de su chimenea empieza a hilvanar su historia mientras responde a preguntas afiladas que pretenden desmontar el asunto. El asombro de los expertos científicos -y del espectador- aumenta al observar que hay una respuesta para cada pregunta. ¿Será posible? No encuentran fisuras y ya no saben si están ante un cavernícola, un mentiroso o un loco.

 Llegados a este punto, es necesario decir que 'The Man from Earth' no es solo un maravilloso guion de ciencia-ficción, en realidad se ocupa de un asunto primordial: la seducción que el relato ejerce en el ser humano. John Oldman dosifica el misterio con la habilidad de las narraciones primigenias (Las mil y una noches, La isla del tesoro) y por eso la película funciona, porque el hombre necesita fabular y porque las historias bien contadas son capaces de abatir el escepticismo mediante la suavidad del hechizo. ¿Acaso no fueron los cavernícolas los primeros en contar historias, que luego continuaron los mentirosos y los locos?


                                                                                 (Publicado en La Voz de Galicia)

22 noviembre, 2015

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 Ginzon, Tokio, at night, 1961 | Toni Schneiders (1920- 2006).

19 noviembre, 2015

Furtivos

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 Enrique Urbizu afirma que el mejor cine negro es el que escarba en los males de la sociedad. En ese sentido, 'Furtivos' es un noir rural. Pocas películas han mostrado con tal sutileza el estraperlo cotidiano y las tripas del franquismo y su realidad hipócrita, corrupta y anestesiada. El retrato de aquella España de crucifijo encima de la cama, gente que transporta cosas en cajas de zapatos atadas con cordel y habitaciones alumbradas por una bombilla desnuda que asoma del techo como una lágrima, tiene la precisión del bisturí. José Luis Borau tenía dos cosas en mente al comenzar a escribir el guion con Manuel Gutiérrez Aragón. Quería contar que la paz de un bosque es solo aparente y que la naturaleza puede ser cruel, violenta y desapacible, pero, sobre todo, tenía claro que deseaba trabajar con Lola Gaos. A menudo se cita al ama de llaves de 'Rebeca', a las dos protagonistas de '¿Qué fue de Baby Jane?' o a la madre de 'Psicosis' como ejemplos de maldad y locura. Todas ellas se esconderían como cucarachas al encenderse la luz ante la presencia de Lola Gaos. Su rostro sarmentoso, esa voz agónica, asfixiada, catarrosa, y el enganche posesivo que tiene con su hijo la sitúan en la cima de cualquier ránking de perturbadas.

 Ovidi Montllor interpreta a Ángel 'el Alimañero', un cazador furtivo solitario y pusilánime dominado por una madre terrible que un día conoce a una chica en el pueblo y se la lleva a casa. Una intrusa. Borau ejerce de Pitágoras en semejante triángulo amoroso y resuelve toda la violencia que se desencadena a continuación con una puesta en escena de concisión y sequedad comparables a las patadas luteranas con que Lola Gaos agasaja a su perro. La secuencia final en la que Ovidi Montllor lleva a su madre a la iglesia para que expíe sus pecados posee la liturgia y el ritmo inexorable del final de 'El padrino', cuando Michael Corleone finiquita a las «cinco familias» mientras asistimos al bautizo de su sobrino. Después de comulgar, tras pasar por el confesionario, la sentencia de muerte de Lola Gaos queda certificada con un «amén». El sonido de las pisadas en la nieve, inolvidable, al volver de misa atravesando el monte, camino de la muerte, y con el hijo detrás, sosteniendo la escopeta de cartuchos, es un prodigio de tensión narrativa. Lola Gaos se arrodilla, de espaldas, y dice: «Hazlo pronto, jodío». Una frase que se agarra a la memoria con la misma resonancia rabiosa de aquel «Milana bonita» de Azarías.


                                                                                  (Publicado en La Voz de Galicia)

14 noviembre, 2015



 Canon pour cordes et basse continue en re majeur (Johann Pachelbel) | Karol Teutsch & Orchestra Leopoldinum-Wroclaw, 1992.

11 noviembre, 2015

El hombre de MacKintosh

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 John Huston siempre soñó con ganar un concurso de Hemingways. La extraña enfermedad que padeció en su infancia hizo que un médico informara a su madre de que probablemente quedaría inválido de por vida. El diagnóstico, por supuesto erróneo, operó maravillas en Huston, que desde muy joven apostó por vivir cada día como si fuese el último. Esa manía de sobrevivir a accidentes de avioneta en África que tenía Hemingway, para después brindar con champán por las mañanas mientras observaba las esquelas que lo daban por muerto en los diarios de medio mundo, dibujó el patrón de todos esos seres que desprecian el peligro y le cambian el nombre: lo denominan virilidad. Huston, dueño de un encanto indudable, una destreza pendenciera asombrosa y el magnetismo del buscavidas, es un capitán Ahab que vislumbra su ballena blanca detrás de cada esquina. Esa ballena puede ser la caza del zorro, conducir coches rápidos, las apuestas de caballos, conquistar mujeres o ir a países exóticos en busca de avionetas y champán. En sus labios siempre asoma un «lo pasaremos en grande», mientras sus colaboradores cabecean incómodos. Es el amigo peligroso.

 Además de desbrozar la vida con la alegría de un cheque sin fondos, Huston también hacía películas entre (o durante) sus aventuras. Algunas soberbias y otras un poco menos. 'El hombre de MacKintosh', un relato de espías desangelado y monocromático, pertenece a este género menor dentro de su obra. Paul Newman debe atrapar a un doble agente (James Mason) situado en las altas esferas del parlamento británico y especializado en malvados aristocráticos tan cínicos y simpáticos que terminan por robar la cartera al resto del reparto. Huston despreció la película alegando que la había dirigido por dinero y por un compromiso anterior con Newman, pero 'El hombre de MacKintosh' es una película estupenda, bien narrada y con un ritmo envidiable. Como la mayoría de directores al ser entrevistados, Huston es un gran mentiroso. Todavía están ahí las declaraciones de Richard Brooks, James Agee, Ray Bradbury o Peter Viertel afirmando que jamás le vieron escribir una sola línea, lo cual no le impidió firmar numerosos guiones. Para Huston, el cine era una forma de conseguir dinero para sufragar sus deudas y financiar su verdadera película, aquella que Orson Welles, otro amante de la situación desesperada, definió en una sola frase: «La mejor película de John Huston fue su propia vida». Había ganado el concurso.


                                                                                                 (Publicado en La Voz de Galicia)

08 noviembre, 2015

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 Christian Coigny.

04 noviembre, 2015

Cuando ruge la marabunta

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 Circulan muchas historias acerca de la tacañería legendaria de Charlton Heston. Enrique Herreros, en 'A mi manera' (Modus Operandi, 2015), cuenta lo que ocurrió en Oslo mientras se rodaba 'La llamada de la selva', una coproducción europea que contaba con equipo español. Heston, protagonista de la película, organiza una cena de cortesía a los españoles que habían rodado con él 'Marco Antonio y Cleopatra' el año anterior. También acude el jefe de producción inglés. Terminan de cenar, los clientes van desapareciendo del restaurante, los camareros bostezan, y cuando ya es imposible alargar el tiempo de descuento, Charlon Heston levanta la mano, al parecer un gesto inaudito en su naturaleza, y dice: «The check, please». La cuenta pasa por delante de algunos comensales, que se echan para atrás sobrecogidos. Heston coge la nota, la adormece, saca la cartera y la abre, algo nunca visto en el hemisferio occidental. Entonces el jefe de producción inglés comete un error logístico de primera magnitud: «Let me see». Solo se interesa por los precios noruegos pero... toca el papel. Heston cierra la cartera. Ya imaginan quién se hizo cargo de la cuenta.

 Charlton Heston podía protagonizar historias como esta y luego renunciar a su salario con tal de que Orson Welles rodara 'Sed de mal' o Peckinpah pudiera terminar 'Mayor Dundee'. Era un tipo sorprendente. También llama la atención su ansia gladiadora, es decir, su tendencia a lucir pantorrilla, salir desnudo de cintura para arriba y transpirar. Esto ocurre en 'Cuando ruge la marabunta'. Heston, rico propietario de una hacienda en medio de la jungla sudamericana, cansado de la soledad y con la intención de tener un heredero, se casa por correspondencia. Cuando llega su esposa (Eleanor Parker) encuentra a un hombre impulsivo y machista, acostumbrado al poder y al vasallaje. Su desconcierto es mayúsculo al conocer a su mujer: bella, elegante, sofisticada, de conversación inteligente y un mal genio comparable al suyo. Si algo se recuerda hoy de esta película no son las aventuras exóticas ni las hormigas asesinas sino la melena roja de Eleanor Parker y sus divergencias conyugales con Heston, repletas de diálogos con dobles sentidos y miradas de temperatura selvática. Cine de sofoco tropical y tensiones sexuales narradas de contrabando. La verdadera marabunta resulta ser Eleanor Parker, una pelirroja con todas sus consecuencias, que diría el Michaleen Flynn de 'El hombre tranquilo'.


                                                                                  (Publicado en La Voz de Galicia)

01 noviembre, 2015

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 Out to sea, 1957, from series Living Theater | Fan Ho