El género cinematográfico de la ciencia-ficción ha sufrido una total devaluación en las últimas décadas. Me refiero a la ciencia-ficción de verdad, no a la acumulación de películas con una ambientación supuestamente futurista que, en realidad, son vehículos disfrazados para hacer una película de acción típica de Hollywood que suele acabar en despropósito. No me voy a extender más porque los ejemplos son infinitos y todos los conoceréis de sobra.
Los géneros van y vienen, aparecen y desaparecen. Se ponen de moda las películas de catástrofes, bélicas o de romanos hasta que surgen las de vampiros y demás transfusiones de sangre. En el panorama actual, está fuera de la norma hacer, por ejemplo, un western, a pesar de lo cual siempre se ruedan un puñado cada año y, muy de vez en cuando, por las grietas de la roca surge la hierba y nace de milagro una película como “Sin Perdón”. Es en este panorama desértico y a contracorriente cuando, a cuentagotas, aparece una pequeña joya en su género que, normalmente, es ignorada o poco valorada por los intereses económicos de esa entelequia llamada “mercado” que adora a un único dios llamado “taquilla”.
Hoy quiero hablar de una película que pertenece a esa estirpe, una película que, para mí, fue una de las sorpresas más agradables del año pasado. Se titula Moon. Duncan Jones. 2009. Aquí donde vivo se estrenó tarde y duró una semana en cartelera, la prueba de su calidad es el estruendoso silencio con el que fue recibida, cero repercusión y cero premios para una película que podría haber llenado sus alforjas con varios oscars sin ningún problema. A pesar de todo, posee el premio más extraordinario: es una buena película.
Los que no hayáis visto esta película, no sigáis leyendo, posiblemente acabaré mencionando datos que destriparán el argumento. El que avisa no es traidor, es avisador.
Hay muchas grandes películas que, al inicio, muestran un plano que contiene en sí mismo toda la historia que va a venir a continuación. Una especie de resumen de lo que nos espera.
En el primer plano de esta película, unos pies corren en una cinta transportadora de gimnasio. Este plano ya nos dice lo que va a ser la película: “la historia de una huida”.
Sam Bell es el único habitante de la luna. Trabaja para una multinacional que se encarga de extraer un mineral que proporciona toda la energía que necesita el planeta Tierra. Tiene un contrato de tres años a punto de expirar y su misión consiste en que nada falle en esa estación espacial automatizada. Sam está acompañado por GERTY, un robot que guarda un cierto parecido con el HAL9000 de "2001 Una odisea del espacio". Este tipo de películas nos han educado para que desconfiemos de los robots descarriados, dando por sentado que se van a convertir en el enemigo de la película. En esta historia, GERTY es el más humano de todos, sólo él actúa con bondad a la hora de ayudar al protagonista. Es su único amigo.
Se produce un accidente y, cuando Sam Bell se despierta en la enfermería, descubrimos que hay… dos Sam Bell. “La Compañía” está utilizando clones para el mantenimiento de su estación espacial. Son carne, esclavos sin saberlo.
Es así como dos tipos a los que han robado su vida, que tienen exactamente el mismo pasado y los mismos recuerdos prefabricados, se hacen amigos.
La película, de forma subterránea, pone sobre el mantel una gran cantidad de temas de actualidad. Esta es una característica de las grandes películas de ciencia-ficción: películas ambientadas en un futuro lejano, nos hablan sobre nuestro presente. Muchas veces en forma de advertencia.
El prólogo de esta historia es un spot de una empresa multinacional con niños indios sonrientes, ecología y mensajes grandilocuentes. “La Compañía” se autopostula como salvadora del planeta pero no tiene reparos en manipular clones y utilizar a los seres humanos como si fuesen ganado.
Como siempre, se pone de manifiesto la hipocresía eterna de estas empresas cuyo único afán suele ser el ansia de poder y la codicia infinita.
A lo largo del visionado de la película echamos una ojeada a los sótanos de la tecnología, unos sótanos llenos de cadenas. La idea que subyace en el argumento es lo peligroso que puede llegar a ser el uso de las nuevas tecnologías por parte de gente sin escrúpulos. Se plantea la necesidad de que exista un control exigente y unos límites ya que, por lo visto, la cara oculta de la luna tiene aún más caras ocultas.
Si alguien duda de esta advertencia, sólo tiene que echar un vistazo a la voracidad sin límite de la alcantarilla que forman el sistema bancario y la bolsa, donde no existe ningún tipo de control pese a que nos venden que sí lo hay.
En el pasado, antes de sacar un producto al mercado, se hacía un estudio de varios años con el fin de demostrar fehacientemente que no perjudicaba la salud de nadie. El año pasado se comercializó la vacuna de la gripe A en siete meses. Hoy en día el objetivo último es la rapidez, la inmediatez, sobre todo a la hora de hacer caja. Que se ignoran las consecuencias que puede tener algún producto en el futuro, tú véndelo y… a ver que pasa. De este modo vivimos rodeados de transgénicos, wifi, escándalos de farmacéuticas e IPhones de antepenúltima generación.
Primero se crea una necesidad y luego se abastece a la población, ya habrá tiempo de pensar en las consecuencias más tarde (léase, nunca). La seguridad ha quedado desterrada.
¿Alguien sabe cómo nos afectarán las ondas de los teléfonos móviles a largo plazo, cuando llevemos 20 o 30 años con ellos pegados a la oreja?. Hemos llegado a un punto donde nuestra dependencia de las tecnologías es total, estamos subyugados y esclavizados. Nadie sería capaz ahora de aceptar un mundo sin teléfonos móviles. Recientemente, en medio de la algarabía popular (sobre todo de las operadoras) se nos ha anunciado que ya podemos hablar por teléfono desde los aviones. Éxtasis. Ahora el móvil ya no te ahorra trabajo, sino que te hace trabajar en todas partes. Por supuesto, desde todas las tribunas y foros se nos adoctrina con el mensaje mil veces repetido de que “la tecnología es nuestra mejor amiga”.
Si todo esto parece exagerado pensad en un futuro no muy lejano donde toda transacción económica deba hacerse a través de un sistema bancario informático. Si tú tienes dinero en efectivo, eres libre. Nadie sabe en qué lo gastas, qué haces con él o para qué lo utilizas, no pueden ejercer un control sobre ti. Ahora pensad en un futuro, hacia el que vamos encaminados, donde, poco a poco, se vaya eliminando el dinero en papel. Pensad en la frecuencia con la que se usaba la tarjeta del cajero hace 20 años y pensad en la frecuencia con la que se utilizan ahora todas las bandas magnéticas habidas y por haber en un mundo donde acabaremos pagando los cubatas con un chip. Sólo hace falta algo más de tiempo.
Pensad que todos nuestros esfuerzos en la vida y en el trabajo están dirigidos a producir dinero en la cuenta electrónica de un banco que “son sólo números en una pantalla”, con una tecla te puedes quedar sin dinero. Supongo que la mayoría es consciente de que “alguien” maneja esas teclas.
Por último, imaginad un futuro no muy lejano donde el estado, por cualquier razón, te clasifica como “persona indeseable” (ya ha ocurrido a menudo en países totalitarios) y te confiscan todo tu dinero (error informático). ¿Cómo comprarás, venderás, comerás o sobrevivirás?
No digo que todo esto vaya a ocurrir, sólo digo que nuestra “tecnología amiga” ofrece posibilidades inquietantes como esta.
Como es habitual, ya se me ha ido la olla. Pido perdón por el ladrillazo que acabo de perpetrar y vuelvo a la película.
El andamiaje de la película es maravilloso, apuesta por la sobriedad y la contención, no es devorada o aplastada por los efectos generados por ordenador. Siendo coherente con el mensaje de la historia, se ha huido conscientemente del ordenador y los tinglados digitales, apostando por una forma de rodar “a la antigua”, con decorados, trucos, maquetas y efectos especiales de toda la vida. En esto se parece a las películas de ciencia-ficción de los setenta. Posee el encanto de películas como “Atmósfera Cero”, “Alien” o “Soylent Green”.
Es una película de homenajes, no de plagios. Los “rastreadores de películas” están de enhorabuena, aquí se pueden rastrear las huellas de otras películas emblemáticas de este género: El uso de la música clásica nos transporta directamente hacia “2001 Una odisea del espacio”. Cuando Sam Bell está cuidando sus plantas, es imposible no pensar en esa fábula ecologista llamada “Naves Misteriosas”, un clásico de la serie B.
La película-nodriza que sobrevuela continuamente la trama debido a que posee una temática parecida es “Blade Runner”. A nivel práctico, no hay mucha diferencia entre la Tyrell Corporation de Blade Runner y “La Compañía” de esta película. Las dos se dedican a fabricar gente con fecha de caducidad, gente con implantes de memoria en forma de recuerdos que, a menudo, son más humanos que los propios seres humanos. Lo único que los diferencia de nosotros es la ignorancia, nosotros ignoramos cuando moriremos, ellos no.
Hace unos años apareció una película llamada “El Show de Truman”. Un tipo vive atrapado en un mundo artificial creado para él, sin darse cuenta de que es utilizado como cobaya para un programa de televisión del que es el absoluto protagonista. En un momento dado, se percata del engaño y, en un desafío a los dioses, decide salir de la caverna, decide “salir” aunque el precio de esa osadía sea su propia vida.
Sam Bell también decide “ir más allá”, decide tomar las riendas de su vida. Intenta dejar de ser una copia y convertirse en un original. Intenta ser libre.
“Espero que la vida en la Tierra sea como tú la recuerdas”
(Gerty)
Moon, simplemente maravillosa.
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