23 noviembre, 2011

El Cebo

 Nuestra memoria está comenzando a parecerse al lince ibérico, algo precioso pero en retroceso, en vías de extinción. Ahora tenemos memorias supletorias en forma de cacharritos electrónicos, por lo que no vemos necesario acordarnos de las cosas que van sucediendo. En lugar de cargar nuestro cerebro como si fuese la batería de un móvil, procuramos vaciarlo rápidamente como si fuese la papelera de reciclaje de nuestro ordenador. Recordamos lo de ayer, lo de anteayer ya nos cuesta y lo anterior lo hemos olvidado. Ya tendremos tiempo de jugar al Brain Training cuando seamos mayores.

 Mucha gente cree que las películas de asesinos en serie empezaron con "El silencio de los corderos" y "Seven". Esto, evidentemente, no es cierto. Esas dos películas no inventaron el género, sólo lo pusieron de moda. En la historia del cine hay numerosos ejemplos de este tipo de películas, en la literatura no digamos. Hoy traigo una película discreta y un poco olvidada, que viene a demostrar todo lo anterior: El Cebo. Ladislao Vajda. 1958.
Una película rara, una coproducción hispano-suiza con un director húngaro, el mismo que hizo "Marcelino pan y vino", una de las películas más exitosas de la historia del cine español.

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 Una historia de asesino en serie disfrazada de cuento de miedo. La película es una versión para mayores de un cuento para niños: Caperucita Roja. Los protagonistas son una niña, un lobo -el asesino- y un bosque siniestro que cambia el clásico sendero por una carretera que lo cruza. Por supuesto hay algo malvado, subterráneo, como siempre ocurre con los buenos cuentos de perfume malsano.

 La trama del asunto es como sigue. Un vendedor ambulante va caminando por el bosque y se tropieza con una niña asesinada. Se hace cargo del caso el comisario Matthäi que dirige el interrogatorio del vendedor ambulante y sólo el primer día de la investigación ya que ese es su último día de servicio y su ayudante se encargará del caso. Ahora hay un montón de series y películas que comienzan con un policía a punto de jubilarse cuando estalla todo el tinglado y se ven obligados a postergar su cese con un último caso que, con frecuencia, suele ser el peor. En el momento en que se rodaba, esta manera de arrancar una película no respondía a un tópico asentado de la narrativa detectivesca.

  Matthäi, se acerca al colegio de la niña asesinada para hablar con sus compañeros y se sienta en un pupitre como un niño más. Es un tipo capaz de ver la vida con los zapatos de otros, de tener imaginación, eso que raras veces se asocia con la mente de un policía. Los niños le enseñan un dibujo siniestro que parece ser un retrato del asesino y su única pista.
Hay hombres que han nacido para cargar con las tareas desagradables de los demás. Matthäi es una de esas personas. Debe de ir a ver a los padres, a decirles que han matado a su hija. Tiene que decir frases como: "No vayan a verla ahora. Vayan mañana por la noche, la niña aparecerá entonces como dormida".

 Cuando pretende comenzar una investigación para dar con el asesino, se encuentra con la negativa de sus superiores que pretenden una confesión rápida del fulano que encontró a la niña y hacer eso tan moderno y actual de dar carpetazo al asunto. Hay un tipo de gente siempre muy comprometida pero que cuando hay que callar, callan. Mattei no pertenece a esa raza, se pone por encima del sistema burocrático y decide hacer lo que hay que hacer. Se pone a investigar a título personal.
Matthäi se convierte en cazador o, más bien, en araña. Comienza a tejer una tela de araña para atrapar a un lobo. Una película cuya genialidad reside en su sencillez y su falta de pretensiones es capaz de plantear cuestiones éticas como: ¿el fin justifica los medios?¿hasta qué punto se puede sacrificar algo para conseguir un bien mayor?. Porque Matthäi, se pone los zapatos del asesino en serie y va haciendo lo mismo que él haría hasta escoger a una niña que sería la víctima perfecta. A continuación la utiliza como cebo para atrapar a un psicópata.

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 La película posee un tratamiento maravilloso del paisaje de ese cantón suizo donde se desarrolla la acción, con su ambiente rural, su pueblo, su taberna y su bosque. El director, con un dominio pleno de su oficio, plantea una forma de narrar sobria y concisa como un zapato inglés. A pesar de ser una película terrorífica y violenta, la cámara nos presenta la historia con un enorme pudor, jamás vemos nada truculento, ni una gota de sangre. Con gran maestría, la violencia queda fuera del plano. Vemos la mirada de los protagonistas y con eso nos llega, no vemos lo que ellos ven. Esta manera de ir directamente al meollo y toda esa ausencia de retórica, hacen que esta película de terror en ambiente idílico sea rápida y efectiva. Nada que ver con lo que ocurre en las películas actuales.

 Si tuviese que ponerle una pega sería su banda sonora, demasiado llamativa y con golpes de sonido utilizados como efecto dramático, sin duda, una herencia del cine clásico americano donde, a menudo, la música era un tanto exagerada. Para todos aquellos que opinan que no hay nada realmente nuevo sino variaciones de cosas ya inventadas, voy a hacer lo de siempre, dejar un par de apuntes que rastrean el origen de esta película.

 Hay una escena donde la niña que hace de anzuelo, suelta un barquito de madera en un riachuelo. El barquito es arrastrado por la corriente y, en uno de los momentos terroríficos más logrados de la película, aparece el asesino. Las personas aficionadas al cine, identificarán esta escena con aquella de la niña y la flor al lado del río en "Frankenstein". Son la misma escena.
La otra película, de la que "El cebo" podría ser una hermana gemela, es "M, el vampiro de Düsseldorf", una película de asesino en serie del año 1931. Su influencia es total, incluso hay un plano del asesino mirando una navaja de afeitar que es idéntico a uno de "M, el vampiro de Düsseldorf" donde Peter Lorre, con su cara de batracio, está mirando un escaparate de navajas sin pensar en afeitarse.

 Sólo una cosa más. En el año 2001, Sean Penn dirigió una película llamada "El Juramento" que es un plagio descarado de "El cebo" a pesar de que, en el momento de su estreno, casi nadie hizo mención alguna de esto. Hasta el dibujo siniestro de la niña asesinada es literalmente idéntico. Todo lo que en "El cebo" es preciso y escueto, en el remake (siendo generoso) de Penn es un desparrame para el lucimiento y la sobreactuación de Jack Nicholson.
Al promocionar la nueva versión de una película siempre se suele aludir a la versión anterior, un poco para legitimar la nueva adaptación y eso. Seguramente a Sean Penn le falló la memoria.
O tal vez estaba pensando en el lince ibérico.

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