31 agosto, 2014



 'Nessun Norma' (Turandot), Nueva York, 1998 | Aretha Franklin.

28 agosto, 2014

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 Charing Cross Road, London, 1937 | Wolfgang Suschitzky.

26 agosto, 2014

Con faldas y a lo loco

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 ‘Con faldas y a lo loco’ pertenece a esa raza de películas redondas que a medida que pasa el tiempo van haciéndose jóvenes. No importa el número de veces que la hayas visto, siempre terminas por encontrar esa frase que se te escapó la vez anterior o que ya habías olvidado o que no te importa escuchar otra vez. Los diálogos de Billy Wilder y su colega Diamond siempre huelen a coche nuevo. El guión, tan perfecto y ligero que jamás se nota la armadura, parece un combate de boxeo verbal entre dos pícaros buscados por la mafia que para escapar del matarife no dudan en vestirse de mujer. A través de ellos la película desnuda el mundo de las apariencias y, entre dobles sentidos, sobreentendidos, réplicas ingeniosas y canciones, nos muestra la diferencia entre ser y parecer. La reflexión que aporta ‘Con faldas y a lo loco’ es tan moderna que asusta: para sobrevivir hay que disfrazarse.

 Puede que Wilder y Diamond no dejasen cabo suelto al escribir esta comedia extraordinaria, pero es sin duda Marilyn Monroe, con sus transparencias, su petaca en el liguero y esa ingenuidad que te hace desear que las cosas le salgan bien, la autora intelectual de toda esta mascarada. No lo digo yo: la propia locomotora al comienzo de la película se encarga de avisarnos y silba cuando ella camina por el andén. Marilyn es capaz de hacer cosas fabulosas. Puede elevar el ukelele a la primera división de los instrumentos de cuerda o puede convertir en satélite a todos los que circulan a su alrededor, espectador incluido. Y qué decir de su espalda, un tobogán por el que resbalan todos los adjetivos.

 Su mundo exterior es tan brillante que no necesita mundo interior. Es posible que fuese un infierno trabajar con ella. Su falta de profesionalidad y sus retrasos crónicos (Wilder decía que la llamabas en primavera y venía en otoño) son legendarios. A pesar de ello, el propio Wilder reconocía al verla en pantalla que repartía rayos de sol a su paso. Lo explicaba así: «Yo tenía una tía en Viena que trabajaba en una pastelería. Ella habría llegado siempre a la hora en punto a los ensayos, habría dominado sus textos de arriba abajo con puntos y comas, nunca me habría estropeado una toma, nunca habría tenido el más pequeño enfrentamiento con ella. Pero ¿quién querría verla?».


                                                                                                               (Publicado en La Voz de Galicia)

24 agosto, 2014



 'The Lonely Shepherd' | Gheorghe Zamfir.

21 agosto, 2014

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 Dorotea do Cará, Soutelo de Montes, 1960-61 | Virxilio Vieitez (1930-2008).

19 agosto, 2014

El cazador

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 La guerra te roba la vida aunque vuelvas ileso, nos dice ‘El cazador’. Es pues, una película de atracos. Tres jóvenes obreros apuran sus últimas horas antes de incorporarse a Vietnam. Viven en un pueblo de Pennsylvania, con su fábrica humeante, que da trabajo a toda la comunidad, su clima frío y su luz tuberculosa. Su vida es trabajo, trabajo y trabajo, con interludios de diversión en el bar. Son la carne de cañón que su país envía a Asia. Uno de ellos se casa y asistimos a la boda. Así solían comenzar las guerras en el siglo pasado: primero entusiasmo popular y festejos y luego desengaño. Este prolegómeno sirve para cargar la película con el proyectil que será disparado más tarde: el regreso.

 Al volver de Vietnam, el periodista Michael Herr escribe una de las más famosas crónicas sobre el conflicto, titulada ‘Despachos de guerra’. Un fragmento: «Vi esa cara por lo menos un millar de veces en cientos de bases y de campamentos, ojos a los que habían chupado la juventud, piel descolorida, labios blancos y fríos, y sabías que aquel tipo no podía albergar esperanzas de recuperar nada de aquello. La vida le había envejecido. Ya siempre sería viejo». Parece la descripción de Christopher Walken en esta película, un joven al que roban la mirada, o sea, el futuro. Verlo quebrado y trastornado, paseando por los suburbios de Saigón como un loco sin espoleta que lo mismo puede pintar un Van Gogh o ahorcar gatos es espeluznante. Ver a Robert de Niro huir de las pancartas de bienvenida y de la gente que celebra su vuelta, para esconderse y apretar la espalda contra la esquina de una habitación de motel, te hace comprender por qué hay gente que al regresar de la guerra se vuelve callada. Silencio ardiendo por dentro y encerrado para siempre en la cabeza. Ahora lo denominan ‘estrés postraumático’, que no es más que un eufemismo de plástico para una pregunta imposible de responder: ¿Cómo se acostumbra uno de nuevo al mundo?

 ‘El cazador’ lleva dentro el horror de los cuadros de Bacon. Aquí los caminos son solo de ida. Con una capacidad de herir reservada a la poesía, esta película es uno de esos ejemplares de los años setenta en los que se rodaba cine de altura acompañado de una reflexión crítica necesaria e imprescindible. Luego, en los ochenta, llegó Reagan. Y Stallone.


                                                                                                          (Publicado en La Voz de Galicia)

17 agosto, 2014



 'My Funny Valentine' | Miles Davis (1926- 1991).

14 agosto, 2014

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 'The sky on the twilight of Philippine´suicide', Winterthur, Switzerland, 1997 | Nan Goldin

12 agosto, 2014

Al caer el sol

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 Nada más empezar a ver ‘Al caer el sol’ uno se encuentra con Paul Newman, que empuja sus gafas con el dedo índice hasta la punta de la nariz y mira por encima de ellas como quien repasa la última frontera de un escote. Ese gesto, mínimo, responde a dos razones, ambas inteligentes. La primera es enseñar los ojos de Newman que, como todo el mundo sabe, llevan el cine dentro. ¿Qué clase de guionista insensato los ocultaría tras unas gafas de sol? La segunda, más que una razón, es un alegato. Ahora que la mayor parte de las películas se dividen entre el ruido y el palique, el director, Robert Benton, parece querer decirnos: están ustedes ante una película de miradas. Gene Hackman, James Garner, Susan Sarandon o el propio Newman pasean su propio crepúsculo como si jugasen una timba de póquer entre viejas glorias. Todos callan más que hablan, y miran tan bien que antes de que salga el contraplano sabemos que va a ser menos interesante que verlos mirar a ellos.

 ‘Al caer el sol’ es tan pequeña, humilde y poco pretenciosa que no pontifica acerca del bien, el mal, la verdad y todas esas cosas que importan mucho, tal vez nada. Si tuviese uno de esos grandes temas de jazz que acompañan al protagonista con su voz en off y sus fundidos a negro, sería una película perfecta. Paul Newman, primero policía, luego detective privado y por último borracho, se ve involucrado en una de esas historias de pasados enterrados que se empeñan en volver y viejos amigos –como en ‘El largo adiós’– que no son lo que parecen. Entre chantajes, mentiras, lealtades traicionadas y perdedores, va arrastrando su melancolía por Los Ángeles. Al volver de la escena de un crimen le confiesa a Susan Sarandon que ha reconocido su perfume en el ambiente de la habitación. Ella, que interpreta a una mujer fatal tan silenciosa que casi consigue que salgan los títulos de crédito finales sin que sepamos que lo es, le replica: «Cientos de mujeres utilizan esa marca». Newman, capaz de decirlo todo con un silencio y tan jodido como Fred McMurray en ‘Perdición’, responde: «No huele como en ti».


                                                                                                            (Publicado en La Voz de Galicia)

10 agosto, 2014



 'Clarinet concerto in A major, K. 622- Adagio' | Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

07 agosto, 2014

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 'Wall and Ladders', Philadelphia, 1939 | Arnold Newman (1918-2006).

05 agosto, 2014

Encadenados

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 Hubo una época en la que Alfred Hitchcock, como Wilder y tantos otros, era considerado un simple director comercial. Le llamaban el gran técnico del cine como quien habla de un mecánico o aplaude a un artesano eficiente. Ha pasado el tiempo y Hitchcock es hoy como Miles Davis o Picasso: uno de los más grandes creadores del siglo pasado. Nadie ha vuelto a mirar con confianza la cortina de una ducha tras ‘Psicosis’, de igual forma que es imposible ver el vuelo rasante de una avioneta sin imaginar corriendo a Cary Grant. Si alguien ve un cable con una hilera de pájaros posados ¿en qué piensa? ¿Y qué decir de los besos con tirabuzón que habitan sus películas? No conozco a ningún cineasta que haya rodado besos mejores.

 Sus movimientos de cámara, con una sofisticación extrema, su ansia por llevar el lenguaje cinematográfico más allá de la siguiente curva, y su faceta de publicista (se promocionaba a sí mismo mejor que cualquier ‘mad men’), convierten a Hitchcock en un tipo que siempre será moderno mañana. Los colores pop de ‘Vértigo’ o ‘Marnie’ adelantaron a Warhol o Lichtenstein, que llegaron un par de horas después. Sus imágenes se han instalado en la memoria de la gente de manera irreversible, y proyectarlas en un museo –algo que hizo el MOMA en 1999– sería como pasear entre cuadros de Hopper, Wyeth o David Hockney.

 ‘Encadenados’ está llena de momentos inolvidables: la grúa que desciende hasta la mano de Ingrid Bergman que oculta una llave, el instante en que la protagonista descubre que está siendo envenenada, el cierre del seguro de un coche que supone una sentencia de muerte, y una malvada, Madame Sebastian, que bien podría utilizar a la madre de Norman Bates y al ama de llaves de ‘Rebeca’ como becarias. Con su desprecio habitual por los argumentos bien cocinados, Hitchcock hace aquí lo que suele: lanzarnos McGuffins a los espectadores como quien echa cacahuetes a un chimpancé. Mientras picamos el anzuelo y nos concentramos en esta turbia historia de celos, nazis, espías y conspiraciones en un Río de Janeiro tan de mentira que parece real, el director británico aprovecha para rodar lo que verdaderamente le interesa: una historia de amor. ¿O acaso el amor no es, en realidad, una historia de suspense?


                                                                                                          (Publicado en La Voz de Galicia)

03 agosto, 2014



 'Love is a losing game' | Amy Winehouse (1983-2011).

01 agosto, 2014

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 La Habana, Marzo 2000 | Philip-Lorca diCorcia.