27 febrero, 2013

Balas sobre Broadway

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 Un joven autor teatral consigue que le financien una de sus obras haciendo un pacto con el diablo: acepta que Nick Valenti, el mayor gánster de la ciudad, ejerza de productor y que su novia, Olive, tenga un papel en la pieza. La chica del gran hombre, que posee la voz de un gato atropellado y las dotes interpretativas de un chimpancé, viene con guardaespaldas incluido: un matón llamado Cheech que odia tener que hacer de niñera para su jefe. Así comienza el ensayo de la obra. Con el grito como forma de comunicación, actores que cambian los diálogos y una diva de gestos mayestáticos que se cree Lady Macbeth, todo acaba convirtiéndose en un campo de batalla. De manera que Cheech, cansado de tanta discusión, toma las riendas, y el que parecía un neandertal rebuznador de repente se descubre como un genio de la dramaturgia. Cheech no tiene vida interior, tiene vida anterior y repleta de cadáveres; sin embargo, despliega un talento innato que deja a todo el mundo fascinado. El mafioso descubre su pulsión artística y se implica hasta el punto de negarse a que destrocen su obra y pensar en deshacerse de la novia del mecenas.

 Woody Allen dirige esta comedia histérica ambientada en el Broadway de los años 20, con la ley seca y sus tiroteos callejeros al fondo, y nos regala una de las reflexiones más exactas y sencillas de lo que entraña ser un artista. Allen sabe que el arte con mayúsculas solo se explica a través de las minúsculas. Capaz de llevarse el gato al agua y luego secarlo con una toalla, resuelve todos los pliegues de la cuestión con la difícil facilidad de un revés de Roger Federer. Pone sobre el mantel las eternas discusiones entre el arte y la manutención (sabe que ser un artista muerto de hambre solo tiene glamour cuando no se ha de mantener a una familia) o la bifurcación del arte en algo intelectual y elitista o en una forma de entretenimiento popular. Con su lucidez a ras de suelo —y su propia experiencia— nos habla de las concesiones que uno hace para conseguir lo que desea. De hasta qué punto uno se prostituye o está en venta.

                                                                 
                                                                                                                                  (Publicado en La Voz de Galicia)

24 febrero, 2013

Fever



 Peggy Lee.

 “Sobre”, “privatizar” o, la peor de todas, “Bárcenas”, pertenecen al diccionario de las palabras prohibidas. Maribel Verdú pronunció una de esas palabras proscritas en la gala de los Goya: desahucio. Algunos compañeros también hablaron en idioma no permitido. Todos cometieron un gran error: opinar en un sitio que no gusta a los creadores de diccionarios de palabras prohibidas.

 Para el gobierno todo el mundo es libre de protestar, pero en un sitio en el que no te oiga nadie. Uno puede estar de acuerdo o no, pero lo que ocurrió en los Goya no tuvo tanta enjundia. Hace falta ser muy ingenuo para pensar que en el evento no iba a haber quejas acerca de la situación actual.

 Lo asombroso fue la reacción en los días posteriores. En un arrebato infantil, varios medios de comunicación, algunos dirigidos por grandes tertulianos, comienzan su labor de meticulosa demolición. Los apóstoles de la coherencia denuncian lo ignominioso que es hablar de la pobreza vistiendo un traje caro o la obscenidad de Maribel Verdú al rodar un anuncio de hipotecas. De Simoneta Gómez-Acebo y su mercadillo tipo “siente un pobre a su mesa una vez al año" no dijeron nada.

 Según todos los opinólogos que se dedican a la esforzada tarea de remover el estiércol, en caso de haber un fallo en la cadena de montaje del nuevo KIA la culpa puede ser de Rafa Nadal por hacer el spot. De la misma forma que Naomi Watts, al protagonizar la campaña de Navidad de “El Corte Inglés”, puede ser la responsable de alguna prenda de ropa defectuosa.

 Hasta el ministro de hacienda, en una de sus mejores actuaciones vociferantes, amenazó a los faranduleros millonarios con un “que yo no digo nada pero lo digo todo”. Tiró la mano y escondió la piedra. Piensa que nunca está de más hacer acopio de munición.

 Cómo les gusta a todos los gobiernos el silencio impuesto. Lo verdaderamente importante es insultar, desprestigiar, ningunear y sobre todo meter miedo. Hay un nombre que resume todo lo anterior: “Joseph McCarthy”.

21 febrero, 2013

La reina de Nueva York

 En la comedia de hoy se pronuncia la siguiente frase visionaria: «Oliver Stone es mucho peor que el envenenamiento por radium». Solo por esta afirmación (que roza la profecía) ya merece la pena su visionado. Los protagonistas de esta película son gente de muchas palabras pero todas cortas. La reina de Nueva York. William Wellman. 1937.

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 Un mediocre reportero de un diario sensacionalista es degradado a la sección de obituarios. Con su olfato siempre de guardia, encuentra una reseña sobre Hazel Flagg, una chica que ha sufrido un envenenamiento por radio en un pueblucho de Vermont, y cree haber encontrado la llave para huir de su destierro: sacar partido de su muerte inminente exagerando el melodrama. Viaja en busca de la chica hasta un pueblo repleto de chalados que solo contestan con monosílabos y abren las ventanas cuando entra un periodista en la habitación. Por el olor. La muchacha envenenada no lo está, pero se calla. Vuelve con el reportero y, engañando a todos, se convierte en la celebridad mediática de Nueva York. Mientras los titulares multiplican su tamaño y la mentira adquiere la categoría de arma de destrucción masiva, Hazel Flagg no sabe cómo escapar del último acto de la función: su muerte.

 El director de esta historia es William Wellman, un hombre al que a menudo felicitaban por las películas de otros. Confundían su nombre con los de William Wyler o Billy Wilder, y él, poniendo la cara del verdugo que toma unas copas con la familia del ejecutado, tenía que reconocer que no había hecho "El Apartamento" o "Vacaciones en Roma". Wellman no era famoso, no coleccionaba oscars, solo hacía películas estupendas. Era como una navaja multiuso, un tipo capaz de hacer de todo, y todo bien. Se movía con agilidad y cintura en todos los géneros.

 La reina de Nueva York, historia de fraudes, timos y farsantes, es una de esas comedias que dan ganas de vivir, una "screwball comedy" con el color de una polaroid desgastada por el tiempo. Carole Lombard y su desparpajo innato capitanean esta reunión de embaucadores, y no se puede afirmar con exactitud que esté sobreactuada, pues ese es su estado habitual. Ben Hetch, antiguo columnista y aficionado al diálogo corrosivo, escribe un guión lleno de puyas que despelleja sin piedad a médicos, bomberos o periodistas por medio de la risa. A través de las películas que ha firmado, las que ha escrito en la sombra y las que se le atribuyen, podría hacerse un recorrido por el cine clásico.


                                                                                                                                         (Publicado en La Voz de Galicia)

17 febrero, 2013

The Professionals



 Maurice Jarre compone esta partitura, el tema central de la película “Los Profesionales”.

 Un rico hacendado contrata a cuatro mercenarios para que rescaten a su mujer, prisionera en México. Atraviesan desiertos de sal, montañas de roca, tormentas de arena y padecen calor extremo. Los cartuchos de dinamita sudan. Recorren todo ese laberinto, entran en  la guarida del Minotauro y liberan a una doncella con escaso deseo de rescate.

 Lee Marvin es táctico y especialista en armas. Profesión: idealista desencantado. Burt Lancaster es dinamitero, crea destruyendo. Profesión: escéptico de nacimiento, sin embargo, su sonrisa es una representación de la vida abriéndose paso. Son héroes que están de vuelta de todo, lucharon con Villa y obtuvieron unas huellas dactilares quemadas por el pasado. Ahora, ya solo poseen la inercia de seguir adelante. Son desgaste.

 Los dos protagonistas, personajes prematuros de “Grupo Salvaje”, representan el desencanto amargo y la muerte de los ideales de la revolución mexicana. “Tal vez solo haya una revolución desde siempre, la de los buenos contra los malos, y la pregunta sigue siendo ¿Quiénes son los buenos?” dice Lancaster.

 Esta película de ritmo trepidante, ambiente áspero y tipos que viajan en el presente a través de los recuerdos del pasado es un relato de idas y vueltas. Una historia sobre la naturaleza efímera de la revolución. De cualquier revolución, en realidad.

 “Los Profesionales” viene a ser una demostración de que se puede ser mercenario sin renunciar a tu dignidad.

14 febrero, 2013

Los viajes de Sullivan

 Una historia de viajeros tipo low cost. Si uno desea aprender los dos o tres asuntos decisivos de la vida, por ejemplo cómo bajar de un tren en marcha con una rubia en brazos, ésta es su película. Los viajes de Sullivan. Preston Sturges. 1941.

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 Los títulos de crédito iniciales arrancan con un envoltorio que se abre: la película es, por tanto, un regalo. Joel McCrea interpreta a John L. Sullivan, un exitoso director de cine cansado de rodar historias divertidas que de repente se interesa por fabricar grandes dramas sociales. Quiere dirigir una historia que sea un espejo de la vida en los tiempos de la Gran Depresión. Cosa pretenciosa. Busca el peso social de Ken Loach sin sospechar que la risa es más ligera, pero también más profunda. Los jefes del estudio, que huyen de las lecciones morales como de la peste, exigen comedias, musicales, historias de jóvenes que se enamoran con risas, música y piernas. Con la lógica del gerente, solo buscan dinero. No desean rodar algo épico sobre la miseria, y le hacen la peor de las acusaciones: querer ser Frank Capra. Sullivan viste unos harapos y se marcha con diez centavos en el bolsillo. Se convierte en un impostor entre vagabundos con la pretensión de plasmar en una película el sufrimiento de la humanidad. En su viaje le aguardaran las situaciones más delirantes, y pagara un alto precio por aprender que la risa es una forma de libertad.

 Preston Sturges fue el primer escritor que consiguió dirigir sus guiones. Por su primera película, "El gran McGinty", cobro un dólar a cambio de poder dirigirla. Al igual que sus compañeros de pupitre —Wilder, Hawks, Lubitsch—, se especializó en comedias, pero utilizaba el lenguaje de este genero para contar más cosas. En "Los viajes de Sullivan" demuestra que la tragedia no es mejor que la comedia. Repleta de diálogos ametrallados, replicas ingeniosas y dobles sentidos acerca del mundo del cine, Sturges se ríe de si mismo, de Hollywood, de las actrices y de los diletantes con ganas de trascender. Forma parte de una generación de directores que enseñaban sin sermonear, divertían sin renunciar a la inteligencia y nos contaban que las cosas importantes se escriben con letra pequeña. Nunca despreciaban una sonrisa. Sabían que el humor es lo más difícil. Por eso la película está dedicada a la memoria de quienes nos hicieron reír.


                                                                                                                                         (Publicado en La Voz de Galicia)

10 febrero, 2013

I Can't Believe That You're In Love With Me



 A menudo, muchas canciones de Billie Holiday han encontrado un acomodo sin resquicio en las películas de Woody Allen. El zapato ajusta tan bien que es imposible saber quién se refugia, si la canción en la película o al revés. El tema que he dejado más arriba aparece en “Anything Else”, para algunos, una película de “arte menor”.

 Ayer estuve viendo “A Roma with love” la película más reciente de Woody Allen. No es una buena película. Ni lo pretende. Como aquel pintor que deja un cuadro a medio terminar, uno tiene la sensación de que a Woody Allen ya no le importa demasiado el hecho de atar bien la mercancía. Pero claro ¿quién no querría un cuadro de Picasso a medio terminar?

 Woody Allen vende sabiduría en un mercado que se está quedando sin clientes. “La vejez te da sensatez” afirma un personaje de la película. “No, la vejez solo produce agotamiento” rejonea el otro. ¿Es posible que Allen hable de sí mismo?

 Maradona ya no está para correr la banda. En el pasado mundial, cuando entrenaba a la selección Argentina, unas imágenes suyas lanzando faltas a balón parado durante el entrenamiento dieron la vuelta al mundo. Allí estaba el gordo, insuperable. Mientras los jugadores permanecían un poco con la boca abierta, los demás nos percatábamos de que entre la pelota y Maradona sigue habiendo un notable rango de amistad a la hora de quitar las telarañas de las escuadras.

 “A Roma with love”, sin ser una gran película, contiene dos o tres ideas tan magistrales que a uno le dan ganas de salir a la calle dando bocinazos ante el hecho de que alguien siga pariendo ocurrencias de ese calibre.

 La cosa es así: hay gente a la que ya no le preocupa mucho el resultado del partido, sin embargo meten goles por la escuadra cuando quieren. El desperdicio de talento nunca le ha importado a aquellos que tienen de sobra.

03 febrero, 2013

Turn! Turn! Turn!



 The Byrds.

 Un grupo que mi abuela no tardaría en definir como “unos chavales con el pelo delante de los ojos”. La visión panorámica es muy importante para ella. Cree que los ojos deben ser terreno despejado. Ya bastante cuesta fijarse en las cosas como para encima practicar la censura capilar.

 Yo estoy de su parte. Uno no debe andar impedido por la vida.

 Dejo esta canción donde unos chicos insistentes repiten una y otra vez que “hay un momento en que todo cambia, cambia, cambia”. No conocían España.