Eres Cary Grant. Estás rodando 'Con la muerte en los talones' y te obligan a lucir un traje especialmente diseñado para intrigas internacionales que resiste sin mácula el ataque de una avioneta inverosímil, ¿qué puedes hacer? Nada, aparte de combinarlo con tu bronceado y asumir que te vas a convertir en un icono del espionaje. ¿Y si te llamas Steve McQueen? Lo mismo. Te contratan para hacer 'Bullitt' y tienes que guapear por las calles de San Francisco con una gabardina, un Mustang y tu mejor pose publicitaria. ¿Acaso tienes la culpa de que tus ojos azules conviertan la película en un spot? A veces los actores sufren de elegancia.
Michael Caine se suma a este raro síndrome de estilo sobrevenido en 'Get Carter'. Maneja con idéntica finura su traje de mohair y su dandismo por el Swinging London de finales de los sesenta, entre minifaldas, descapotables y trajes hechos a medida. Interpreta a Jack Carter, un asesino a sueldo de la mafia londinense. Pero no uno cualquiera, por supuesto. Si la manera de vestir es consustancial al poder de un hombre (y el guion nos invita a pensar que sí), Carter posee una gran reputación dentro de su gremio. Su hermano ha muerto en la ciudad natal de ambos, Newcastle, en circunstancias poco claras, y como un héroe de western que vuelve a su pueblo, toma un tren de regreso a sus orígenes con la intención de reventar las costuras de la ciudad. Viaja tranquilo, cómodamente sentado en su vagón mientras lee 'Adiós, muñeca' de Raymond Chandler. Mike Hodges, el director, presenta a su personaje con rapidez, eficacia y elocuencia. Amante de la moda, intelectual, libertino, singular, decadente; con semejantes credenciales al protagonista solo le falta entrar en un garito con la pistola colgando lánguida de la mano y exclamar: «¡Manos arriba! ¡Soy Oscar Wilde!».
Carter pertenece a esa corriente de pensamiento que esquiva la frase célebre pero trabaja el género del diálogo flaco y afilado, como ese parlamento con el que amenaza a otro profesional: «Casi había olvidado cómo son tus ojos», dice, mientras le retira suavemente las gafas de sol. «Siguen siendo los mismos. Agujeros en la nieve». Parece recién salido de uno de esos relatos de George V. Higgins que retratan un submundo de delincuencia donde los propios criminales se ajustician entre ellos mediante traiciones, soplos, conflictos de intereses, repartos de botín con algún fleco por cerrar o, en el caso de 'Get Carter', una venganza. Asunto en el que Michael Caine escancia cadáveres con la misma soltura con que Wilde dispara aforismos.
(Publicado en La Voz de Galicia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario