26 agosto, 2015

Annie Hall

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 Woody Allen y Diane Keaton están en la cola del cine y detrás de ellos hay un hombre pontificando en voz alta acerca de la energía negativa en las películas de Fellini, la misoginia de Samuel Beckett y Marshall McLuhan. Harto de sufrir semejante perorata, Woody Allen se acerca a la cámara y pregunta: «¿Qué se hace cuando se encuentra uno con un tipo como este?». El gran orador se ofende y ambos comienzan a discutir. «¿Qué sabe usted de Marshall McLuhan? Usted no sabe nada de él ni de sus obras», pregunta Allen. «Pues doy una clase en la universidad de Columbia acerca del medio televisivo y la cultura, así que considero que mis opiniones tienen gran validez», responde el de los rebuznos culturales. En un giro surrealista de la situación, Woody Allen desaparece un momento tras un cartel y aparece con el verdadero Marshall McLuhan cogido del brazo, que le espeta al intelectual: «Usted no sabe nada de mi obra. Hasta mis falacias las explica usted al revés». Woody Allen gira la cabeza, mira a la cámara y le dice al espectador: «Amigos míos, si la vida fuese así...».

 Los padres de Woody Allen querían que fuese farmacéutico y lo lograron: su hijo lleva cuarenta años recetando chistes. Por su filmografía circulan los psicoanalistas, la religión, el miedo a la muerte y una hilarante reivindicación del pesimismo. También Groucho Marx, el cine clásico, Sidney Bechet y una gran afición a circuncidar cretinos y pedantes. Sus puyas a los intelectuales y el postureo son tan antológicas que espero con ansia el día que empiece a hacer chistes sobre concejales de Urbanismo.

 Con 'Annie Hall' abandonó la estructura de sus primeras películas, que simplemente encadenaban un gag tras otro, y comenzó a sacrificar algunas carcajadas para contar un relato más adulto y mucho más trabajado en el guion. En la narrativa de Allen se cuela la melancolía de Billy Wilder y el vértigo y la esgrima verbal de las comedias de los años 30, sustituyendo el disparate absoluto de la 'screwball comedy' por una mezcla de humor y tribulaciones como las que sufren los dos protagonistas de 'Annie Hall', que se enamoran, se desenamoran y siguen adelante. Hay días en que nuestra realidad porcina se asemeja a una risa enlatada. Cuando eso ocurre, está la opción de agarrarse a una comedia de Woody Allen, con su media docena de reflexiones geniales y la garantía de que la frase más graciosa siempre es la siguiente. Amigos míos, si la vida fuese así...


                                                                               (Publicado en La Voz de Galicia)

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