24 septiembre, 2014

La escapada

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 Jean Lois Trintignant interpreta a un joven tímido y aburrido para el que cambiar de marca de yogur cuenta como aventura. Está preparando los exámenes de abogado con la disciplina de un dominico y se topa con una fuerza de la naturaleza como Vittorio Gassman, un tipo casado con un descapotable que extrae poesía de las direcciones prohibidas y está convencido de que el aire se ha inventado para entrar en sus pulmones. A contrapelo, esta rata de biblioteca es arrastrada fuera de su cautiverio por un vividor que se propone desbrozar las carreteras de Italia tocando el claxon, braceando, gritando, apartando coches a su paso y riendo. La extraña fusión de estos dos personajes convierte ‘La escapada’ en una road-movie poblada por ciclistas, seiscientos, domingueros, curas con una rueda pinchada y turistas alemanas a las que Gassman piropea con el ímpetu de un pitbull. Su compañero, sorprendido, pregunta: «¿También hablas alemán?». «No, pero me lo imagino», responde. A Trintignant le asombra el ingenio, el cinismo, su seguridad a la hora de cortejar mujeres y, sobre todo, la forma de vivir el instante de Gassman, que solo parece existir en el presente.

 La capacidad de Dino Risi para crear situaciones repletas de humor y explicar la vida de la Italia de los 60 con dos pinceladas causa asombro. Aquella época en la que subir al autobús era una carrera de obstáculos, cualquier grito generaba una multitud y se podía montar un cisma vecinal porque un niño escupía a otro, resulta tan familiar que uno tiene la sensación de que a la vuelta de la esquina está Azcona anotando estas miserias con una sonrisa. El guión es formidable sin parecerlo. Todo posee tal apariencia de espontaneidad que la película logra el mayor de los engaños: la ilusión de que la historia se está rodando mientras la vemos. El retrato del protagonista, propenso al chanchullo y con el que no hay manera de cabrearse aunque haga cosas irritantes, muestra el talento de esa gente que ha nacido vencedora y se escabulle de cualquier situación con la ayuda de un par de chistes o un comentario pasmoso que contiene ese espíritu que Angela Merkel denomina «ser mediterráneo».  La escena en la que ambos están en un yate, rodeados de mujeres, es un buen ejemplo. Cuando una de ellas le dice: «Oye, tu amigo ni siquiera habla», alguien, que bien podría ser Azcona, responde con soltura: «¿Y te parece poco?».


                                                                                                 (Publicado en La Voz de Galicia) 

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