15 julio, 2014

Primera Plana

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 Estamos en la noche de los Oscar de 1985. Jane Fonda presenta a los encargados de entregar el premio a la mejor película. Entra John Huston, tantas veces primero en todo, hasta en fracasar. El público lo ignora pero en la trastienda ha quedado una silla de ruedas y su pareja actual: una botella de oxígeno cortesía de un enfisema pulmonar. Tiene aproximadamente 45 segundos antes de que le falte resuello, poca autonomía para un tipo acostumbrado a los rodajes conflictivos y a casarse con cocodrilos. A continuación aparece Billy Wilder, que trae consigo su cráneo privilegiado. Por último, entra Akira Kurosawa, majestuoso, dispuesto a utilizar su inglés de emperador. El atril se convierte en un pupitre de maestros. Jane Fonda se acerca y entrega a Huston el sobre con el nombre de la película ganadora. Éste se lo pasa a Kurosawa, que lo abre con dificultades y tarda en sacar la tarjeta. El auditorio se impacienta. Una vez extraída la trucha, Kurosawa intenta que Huston lea el resultado, pero este reniega y ambos le pasan la tarjeta a Wilder, que resuelve el misterio: ‘Memorias de África’.

 Fue la única ocasión en la que el director vienés llegó tarde. Él, que siempre posee la respuesta más ingeniosa desde el ángulo más irreverente, ese día estuvo lento. Solo fueron unas décimas, pero en el territorio de la frase aguda, igual que en un duelo de pistoleros, las décimas son decisivas. Según declaró en una entrevista a Paris Review, un instante antes de recibir la tarjeta le iba a decir a Kurosawa: «En Pearl Harbour estuvisteis más rápidos». El ingenio de picahielo y la ironía corrosiva de un tipo que dedica tanto trabajo a pulir una frase que termina por parecer espontánea siempre me causaron asombro. Las sentencias de Wilder son tan legendarias y abundantes que me gusta pensar que al finalizar sus entrevistas tenía tantas respuestas improvisadas sin usar que se quedaba hablando consigo mismo un par de horas.

 Aquel que se acerque al ritmo frenético de ‘Primera plana’ descubrirá la sala de prensa más grandiosa y parecida a un prostíbulo que se haya rodado nunca. Aquí no hay héroes de Watergate, sino un oficio basado en robar cigarrillos al de al lado y unos diálogos que diseccionan las miserias del periodismo en particular y de la sociedad en general con el arma de mayor alcance inventada hasta la fecha: la risa. Eso es lo que regala Billy Wilder: futuro. Porque reír no es más que una forma de enfrentar el futuro.


                                                                                                             (Publicado en La Voz de Galicia)

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