23 julio, 2014

El último refugio

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 Suele haber unanimidad al considerar ‘El halcón maltés’ la primera muestra de cine negro. La película de John Huston apuntaló de tal manera algunos arquetipos del género –el detective cínico, la mujer fatal, el asesinato – que en todos los mentideros aparece como obra primigenia. Sin embargo, unos meses antes Raoul Walsh le roba la cartera a Huston y realiza ‘El último refugio’, una película en la que utiliza más pintura negra que Rembrandt y Bogart se comporta como Bogart por primera vez, es decir, ya posee la mirada desamparada del tipo al que le ha ocurrido todo y va por ahí con su rostro de desencanto y decepción. Tiene razón Oti Rodríguez Marchante al definirlo como «el tipo que ha visto demasiado».

 Humphrey Bogart interpreta aquí a Roy Earle, un atracador que sale de la cárcel cuando sus pares, los gánsteres superclase, están muertos o en Alcatraz. Los verdaderos profesionales de la delincuencia han desaparecido y los tiempos están cambiando. Él es un animal en extinción. Un romántico. Cuando va a ver al jefe de la banda a la que perteneció y lo encuentra enfermo y a punto de morir éste le dice: «El pasado siempre se cobra intereses». No he encontrado en todos los kilómetros que llevo de cine negro una definición más precisa para estas películas presididas por el fatalismo y llenas de perdedores atrapados por su destino.

 Roy Earle quiere reinsertarse, comprar una granja en Indiana, pero acaba atrapado entre una mala chica buena y una buena chica mala. No hay redención para él. Prende la mecha de su propia cuenta atrás y comete otro atraco. El espectador sabe desde el minuto uno que viaja hacia un final trágico y que está delante de un personaje que solo conseguirá la verdadera libertad a través de la muerte. Este es otro de los ases en la manga del cine negro: la premonición. El crepúsculo de un hombre de escaso porvenir cuya única huida consiste en morir con dignidad acorralado en una montaña es narrado con sencillez y claridad por Walsh y su parche en el ojo. Cuando se trata de retratar a hombres que ganan perdiendo, Raoul Walsh es tan tuerto como John Ford.


                                                                                                                (Publicado en La Voz de Galicia)

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