24 junio, 2014

Confidencias a medianoche

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 Connecticut es el Macondo de la comedia clásica americana. Un territorio mítico con leopardos huidos, pánfilos millonarios y mujeres que siempre se salen con la suya. Ir a Reno a divorciarse y a Connecticut para sufrir calamidades es, al parecer, costumbre asentada. Si alguien duda de lo anterior, puede preguntarle a los protagonistas de ‘La fiera de mi niña’ o ‘Las tres noches de Eva’. Ellos les dirán.

 ‘Confidencias a medianoche’ transcurre en Nueva York, pero por aquello de guardar las esencias, el argumento se pasa un momento por Connecticut para que todo salte por los aires debidamente. La idea con la que arranca la película ya es disparatada: ante el aluvión de teléfonos que se están instalando en Norteamérica, muchas personas se ven obligadas a compartir línea. Hacer una llamada es como escuchar una radio poblada de tertulianos. Este uso compartido del hilo telefónico hace que los dos protagonistas tengan grandes disputas y al final se enreden. Rock Hudson ejerce de heredero de Cary Grant e interpreta a un mujeriego que abomina del matrimonio, es decir, se convertirá en una pieza de caza abatida sin querer por una Doris Day bastante alejada de sus papeles insípidos. «Soy tan viejo que la conozco desde antes de ser virgen», decía de ella Groucho Marx. Así de mojigata era su imagen corporativa.

 En esta película, Doris Day circula con la gracia del que acaba de salir del departamento de vestuario y va perfectamente conjuntado con esos decorados de tonos pastel y colores de plástico. Posee unos trajes y unos sombreros tan llamativos y, vistos hoy, tan estrafalarios, que casi hacen que el logo de la Universal deje de girar. Su personaje, un tanto ambiguo, tiene la envoltura de una mujer independiente, profesional, que vive bien y pasa de los hombres. Uno se pregunta si los guionistas no estarán haciendo un boicot sutil a esa cosa narcotizada llamada sueño americano. La historia defiende las posturas conservadoras en apariencia, pero de forma encubierta se burla de la sociedad de su tiempo. ‘Confidencias a medianoche’ posee un guión muy bien construido que explota las situaciones de comedia con una gran habilidad. La pareja protagonista genera el magnetismo de un electroimán. Además está Thelma Ritter haciendo de Thelma Ritter. Robando la película al que se acerque a menos de tres kilómetros y soltando diálogos con la golfería pasmosa de aquellos psicológicamente empadronados en Connecticut.


                                                                                                                (Publicado en La Voz de Galicia)

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