13 mayo, 2014

Vías cruzadas

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 A lo largo del tiempo, todas las ciudades que han basado su seguridad en el aislamiento y la construcción de grandes murallas han terminado cayendo. Incluso las fortificaciones más inexpugnables siempre tienen un punto débil, una grieta que precipita el desmorone. ‘Vías cruzadas’ es la historia de un enano, un vendedor ambulante y una pintora que levantan muros a su alrededor hasta que la vida pasa lista y les impide dar la espalda al mundo. El protagonista, Finn McBride, utiliza la indiferencia como parapeto mientras soporta el escarnio público de tener un metro de altura. Su único amigo es un anciano con el que comparte la afición a la que dedica todo su tiempo: los trenes. Cuando éste muere, McBride recibe como herencia una antigua estación de tren abandonada en un lugar perdido llamado Newfoundland.

 El estatus irrelevante de dicho pueblo despierta su curiosidad. Parece un buen sitio para empezar o en el que acabar, y allí se va, con su maletita, sus monosílabos y sus silencios que son como obras maestras. Enfrente de su estación hay un camión de perritos calientes regentado por un individuo bendecido con el don de la labia. En su caso, la verborrea y el ruido de la cháchara insaciable es su forma de construir una barricada. No hay duda de que es el personaje más solo de la película, sin embargo, posee una gran cualidad, la insistencia: se comporta como una planta que busca la luz a pesar de tropezar una y otra vez con el silencio de los otros. A este puesto de comida acude con frecuencia una pintora con problemas para pasar página. En su cabeza el pasado ocupa más lugar que el futuro. Le resulta difícil mover los recuerdos de sitio. Contra todo pronóstico, estos tres virtuosos de la soledad acaban paseando por las vías del tren, pensando, discurriendo, comunicándose sin hablar. Bien compartido, el silencio es de las cosas que más unen.

 ‘Vías cruzadas’ es un homenaje a las personas de vida contemplativa, a la gente que lee, pinta o sale a fumar a una azotea y se queda en silencio, ensimismada, mirando pero sin ver. Con una sencillez deslumbrante, sin trascendencias ni pretensiones, la película acaba descifrando el misterio de las relaciones humanas al relatar la historia de tres personas que echan a andar de nuevo. Puede que la soledad sea la forma que tiene el alma de descansar, de borrar la pizarra hasta que estamos listos para escribir otra vez.


                                                                                                              (Publicado en La Voz de Galicia)

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