Cuentan las viejas crónicas que al regresar los vikingos a sus costas después de sus fechorías, uno de ellos, o varios, como saludo, caminaban por el exterior del barco brincando sobre los remos en un equilibrio precario. Muchos caían al agua. Este ceremonial provocaba las risas y el júbilo de los que se agolpaban en el puerto a recibirlos. Cuando lo supo Kirk Douglas quiso incorporarlo a la película y le dijeron: «Kirk, el agua está algo fría en los fiordos de Noruega», pero Douglas, seguramente pensando que no podía dejar en manos de Burt Lancaster el monopolio del saltimbanqui de alegría contagiosa, se empeñó en probar la temperatura del agua. Nadie dijo nada. Era el productor de la película y tenía gran afición a ejercer de mandamás. El resultado es un momento inolvidable que posee lo que uno le pide al cine de aventuras: hablar por teléfono móvil con tu propia infancia. Ningún especialista lo hizo mejor, diría Richard Fleischer, director de la película y principal sufridor del carácter belicoso de Douglas.
‘Los vikingos’ está repleta de momentos así, que representan la ligereza desinhibida y la épica de este género. La culpa, además de Fleischer, la tiene Jack Cardiff, probablemente el más grande director de fotografía en color que haya existido. «Turner podría haber sido uno de los mejores camarógrafos del mundo por la forma en que obtenía un énfasis dramático con la iluminación de sus pinturas.», decía con audacia. Comenzó en el cine cuando todavía era un arte primitivo y lo ejercían inventores. A menudo, si necesitaba un artilugio para resolver una escena, no lo pedía a la casa de alquiler: lo inventaba. Cardiff convierte ‘Los vikingos’ en un cantar de gesta visualmente maravilloso. Los barcos vikingos adentrándose en la niebla bajo el sol de medianoche, el asedio a una fortaleza, ver como lanzan hachas a un puente levadizo para escalar por ellas o el duelo final entre un manco y un tuerto forman un recuento incompleto de las escenas irrepetibles de esta película. Si uno tiene la suerte de verla cuando es niño, muchas de sus imágenes se quedan incrustadas en la memoria para siempre. Quizá el cine sea eso: recuerdos imborrables.
(Publicado en La Voz de Galicia)
Un acierto encontrar tu blog. Un saludo
ResponderEliminarGracias por la visita. Un saludo.
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