25 diciembre, 2013

El bazar de las sorpresas

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 Después de recibir un guión de Ernst Lubitsch para hacer su siguiente película, la actriz Miriam Hopkins se fue un fin de semana a un lago cercano a Los Ángeles con la intención de leerlo con su novio, el director King Vidor. Nadie sabía que tenían un romance ultrasecreto. Cuando llegaron a la última página, encontraron una nota que decía: «King, estaré encantado de hacer cualquier cambio que desees. Ernst». Esto es un ejemplo de lo que se llamó ‘toque Lubitsch’, una manera de entender la comedia. Billy Wilder tenía un cartel en su despacho que rezaba: «¿Cómo lo haría Lubitsch?». Era la forma en que su viejo maestro le recordaba que siempre hay que insistir, que la escena mejor escrita aún puede ser mejor.

 Ernst Lubitsch creía que ‘El bazar de las sorpresas’ era la mejor película que había hecho. Una comedia humana, sencilla solo en apariencia, cálida y sentimental con sus personajes. La historia de una tienda de cualquier ciudad que responde a un modelo antiguo de negocio en el que los trabajadores son casi una familia. Un homenaje a la sastrería de su padre. Repleta de datos autobiográficos, Lubitsch se mete en los zapatos de Frank Capra y dirige una película capaz de volar a la altura de ‘Qué bello es vivir’ y resistir la comparación. Un cuento de Navidad con la hondura de Dickens en el que no falta la nieve, la cena familiar, la soledad o la amargura propia de estas fechas.

 Las personas que, al terminar un libro, deslizan su mano por la tapa como una caricia, o que acuden una y otra vez a una librería que para ellos es un sitio especial, con su luz, su escaparate, su olor y su tiempo detenido, se encontrarán a gusto en la pequeña tienda húngara de esta película: un microcosmos por el que circula la ambición, el paro, el cinismo, las ilusiones, a veces la valentía. Aquellos que no hayan visto cómo un señor que de verdad cree que un comercio debe generar riqueza para todos va comprobando que sus empleados no pasen solos el día de Navidad, cuando el que está solo es él, deberán pasar por esta tienda de la esquina: Matuschek y Compañía.


                                                                                                                        (Publicado en La Voz de Galicia)

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