20 enero, 2013

Speak no evil



 Wayne Shorter.

 De pequeño, yo era uno de esos niños de merienda a contrapelo. Siempre estaba muy ocupado. Cuando me llamaban para recoger el bocadillo, una perra de mi abuela (Pastora) consideraba que también la llamaban a ella. Tan pronto empezaba a comerlo, la perra se sentaba delante de mí, quieta, mirando al bocadillo con una atención sobrehumana. De vez en cuando, le tiraba un trozo de pan. Tras atraparlo en el aire, retomaba su concentración de esfinge. Por aquel entonces, yo no sabía que estaba utilizando elaboradas tácticas de marketing televisivo al jugar con las migajas de mi bocadillo. Crear expectativas, solo eso.

 Oprah Winfrey ha seguido al dedillo mi método del bocata. Ha ido exprimiendo la naranja hasta que no ha quedado una sola gota de zumo. El mérito es aún mayor si tenemos en cuenta que sabíamos el final de la película. Un consejo, señora Winfrey: nunca se despiste. Una vez, la perra de mi abuela logró robarme un bocadillo entero, pero eso ya es otra historia. Ante la rentabilidad del ambiguo arrepentimiento de Lance Armstrong, la Santa Sede debería pensar en eliminar el secreto de confesión. Un amigo mío sostiene que colocando una cámara en los confesionarios se podría hacer un gran reality. No lo creo. Descubriríamos que la gente, a lo sumo, tiene pecadillos devaluados. Los tíos con pecados interesantes no confiesan.

 A otra cosa. O quizá la misma. Una de las mayores fantasías de los investigadores policiales en cualquier asunto es la implicación de una ex mujer cabreada que lo suelte todo. La posibilidad de que Bárcenas  pueda ser la ex mujer cabreada del PP debe de quitar el sueño a muchos ingenuos. Pese a todas las expectativas, aquí ocurre lo mismo que con Armstrong: ya conocemos el desenlace.

 Esperanza Aguirre se presenta ahora como adalid de la transparencia política y nadie se asombra. Ya estamos vacunados contra el delirio. Uno sabe cómo están los tiempos por la categoría de los presuntos salvadores del mundo que salen al paso.

  Poco falta para que Hannnibal Lecter abra un bar de tapas.

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