Era la víspera de la segunda guerra mundial, en concreto, agosto de 1939, y el fotógrafo Horst P. Horst, en los estudios parisinos de Vogue en los Campos Elíseos, hacía esta instantánea titulada Corsé Mainbocher. Fue la última fotografía que hizo en París antes de la guerra.
Viendo otras imágenes de Horst, es fácil adivinar que era un fotógrafo de estudio. Uno de esos tipos que recelan de la improvisación y prefieren el ambiente controlado de un plató, donde se puede supervisar hasta el más mínimo detalle, idear escenificaciones minuciosas, calculadas, y disponer de atrezzo, decorados o elementos arquitectónicos.
Su gusto por el Art Decó y su manía (así era la publicidad de su momento) de retratar a las mujeres como si fuesen diosas o, incluso, estatuas, hace que sus fotografías me recuerden el estilo de las películas que Joseph von Sternberg hizo con Marlene Dietrich, una actriz cuyo mayor afán parece ser iluminarse a sí misma.
A pesar de su elegancia, he de reconocer que no me gustan demasiado las fotos de Horst P. Horst. Sin embargo, la que he dejado más arriba, me apasiona. Famosa e iconográfica, de una belleza y un equilibrio indiscutible, parece la sensación de silencio convertida en imagen. Hay una combinación de intimidad (el corsé puede ser cosa de dos: el que lo lleva y el que lo anuda) y erotismo maravillosa. Incluso de tormento, la cuestión del corsé no es la comodidad, sino ensalzar la figura apretando lo que se necesite, aunque tengas que respirar mediante el aire del pulmón de otro.
Es difícil elucubrar el detalle exacto que convierte a una imagen en perdurable. Nadie sabe por qué hay fotografías que el tiempo no parece desgastar. Es más fácil reconocer esas imágenes que explicar su misterio. Lo que hace que Corsé Mainbocher sea una fotografía especial (para mí, claro) es la luz y la simetría. Si hay algo mejor que la luz de esta foto, son las sombras, densas, profundas, de un relieve exquisito. Hay algo extraordinario en esa chica situada a la derecha que nos da la espalda (una espalda estupenda) y las tiras del corsé que caen hacia la izquierda. Tiene la simetría y el balanceo perfecto de un columpio.
De esas fotos que ves y no puedes resistirte a una segunda mirada. Y luego una tercera.
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