09 mayo, 2010

Robin y Marian

 Siempre me ocurre. Una situación de la vida cotidiana, algo que se cruza en mi camino, una frase de alguien, un sueño, un accidente, un acontecimiento… siempre hacen que el recuerdo me transporte hacia alguna película. Es de esas películas (y de otras cosas) de las que voy a hablar, de vez en cuando, en este refugio intrascendente. Intentaré que sean películas poco conocidas, olvidadas y que no pertenezcan a ese género tan manido de las grandes (y típicas) obras maestras del cine, ya comentadas y trilladas por todos. Digo intentaré porque, a menudo, este tipo de declaraciones de intenciones se quedan en eso, en intenciones. Y también porque los recuerdos son caprichosos, aleatorios y nunca sabes a donde te pueden llevar. Serán películas blancas, negras, de colores y de cualquier época o nacionalidad; el único requisito común que tendrán estas películas es que serán maravillosas, por supuesto, en mi opinión. Sólo a eso me comprometo.

 Puesto que estamos a punto de sufrir el desembarco y el bombardeo mediático del nuevo “Robin Hood”, he pensado que podía inaugurar este blog con la adaptación más espléndida del bosque de Sherwood. La película de la que voy a susurrar hoy un poco es Robin y Marian. Richard Lester. 1976. Muy bien lo va a tener que hacer Ridley Scott (que no lo creo) para poder, al menos, compararse con esta pequeña historia.

 La película se abre con un bodegón de Cezanne donde hay dos manzanas y un cáliz parecido al santo grial, y se cierra con una naturaleza muerta. Entre un plano y otro viaja la película. Ocurre todo.
La historia comienza cuando Robin Hood, con el rostro de Sean Connery, vuelve de las cruzadas con Litle John después de servir al rey Ricardo "corazón de león". Veinte años después vuelven a Nothinghan y a Sherwood y se reencuentran con Lady Marian, la cual tiene el extraordinario rostro (al menos para mí) de Audrey Hepburn. Todo este argumento disfrazado de película de aventuras (que lo es) parece una excusa, el verdadero protagonista de la película es el paso del tiempo.

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 Siempre me he preguntado que ocurre con los héroes cuando acaba la película, ¿como es su vida cotidiana?, ¿que ocurre después?. Esta película es la respuesta, es un veinte años después en la vida de Robin y Marian donde vemos que se han convertido en personas comunes. Sus hazañas de entonces son recordadas hoy como leyendas y ya se duda de que hayan sido realidad. Casi viven por delegación, en el recuerdo de la gente.
Los protagonistas redescubren el amor a una edad tardía, cuando su tiempo ya ha pasado y, durante un breve lapso de tiempo, retoman el tiempo perdido que ha atravesado sus vidas.

 Hacia la mitad de la película hay una secuencia insuperable cuando caen al río con un carromato. Marian, que ahora es abadesa, al salir del agua, se quita la parte de su traje de monja que le cubre la cabeza dando lugar a uno de los striptease más emocionantes que he visto en una película. Robin, cuando se quita la ropa, vemos (junto con Marian) que tiene el cuerpo lleno de cicatrices que antes no estaban.
Quizá el tiempo se compone de cicatrices.

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 Otro personaje maravilloso es el sheriff de Nothinghan (Robert Shaw, el actor de "el golpe" y "tiburón") perteneciente a esa casta de villanos que estaban a la altura del protagonista. A pesar de ser el enemigo de Robin, tiene una relación con él donde se admiran y se respetan mutuamente. Una de esas historias de amor entre profesionales como las que aparecían en muchas películas de Howard Hawks. Ambos tienen nostalgia de una época pasada, ya en vías de extinción; pertenecen a otro tiempo y se sienten iguales, aunque en bandos contrarios.
Yo apostaría a que él echaba de menos a Robin.

 Es una película crepuscular, otoñal. Cuando Robin y el sheriff se pelean, vemos que se fatigan, están viejos. Los dos son el claro exponente del fin de una época. Todos los personajes de esta película saben que están apurando el último trago en la vida, saben que están en la última curva del camino, pero no son trascendentes ni pesados, no ponen énfasis en ello. Aceptan la muerte como parte de la vida, le plantan cara con una sonrisa.

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 He visto esta película varias veces y en la última secuencia siempre me quedo pasmado con el final, tiene uno de los finales más conmovedores que recuerdo; para saber por qué conmueve tanto hay que recorrer antes todo el camino de la película hasta llegar a él. Algo parecido a lo que pasa en la vida. Posiblemente es la historia mas romántica que visto, una historia donde dos manos esperan décadas para volver a tocarse con las puntas de los dedos.
Al final se dispara una flecha. Y es la flecha más emocionante que he visto en una sala de cine.


                                                                     "Donde caiga la flecha, John".

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