12 mayo, 2010

Los valientes andan solos

 La tinta se escapa entre los dedos. Según dicen, estamos asistiendo a la desaparición progresiva e inevitable de la prensa escrita, mientras los grandes mercaderes de la información están paralizados porque no saben hacia donde evolucionar ni cómo emprender el camino hacia el futuro. Entiéndase, no tienen problema con la información, tienen problema en cómo sacarle beneficio, es decir, con el modelo de negocio ahora que Internet ha llegado. Mientras esperan a que llegue un visionario que alumbre el camino y les enseñe cómo conservar sus piscinas se limitan a cerrar periódicos en EEUU (de momento) y a pregonar el Apocalipsis.
Estaba leyendo todo esto en el periódico y se me ocurrió que hay un montón de películas que retratan el fin de una época, algunas de ellas muy buenas. Los valientes andan solos. David Miller. 1962. Esta historia viene con el premio añadido de que las páginas desechables a las que suelen llamar guión vienen firmadas por uno de los mejores guionistas que ha habido. Su nombre es Dalton Trumbo.

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 Mientras se rodaba esta película en 1962, el Papa excomulga a Fidel Castro. No sé si tuvo algo que ver el Papa, pero en octubre comienza la “crisis de los misiles” cubanos y entra en vigor el bloqueo económico de EEUU a Cuba. Ahí siguen.
A la “Guerra Fría” se le queda pequeño el planeta Tierra y la estupidez la traslada también al espacio, los Apolos compiten con los Sputniks. El rey Juan Carlos y Sofía de Grecia protagonizan la boda del año, Aznar y Correa no acudieron. Que se sepa.
Ya en esta época, los brasileños coleccionaban mundiales de fútbol, Spiderman aparece por 1ª vez en un cómic y los Beach Boys nos regalaban Surfin´Safari. De la televisión no hay nada que comentar, en España nos gustaba la radio.
En Israel ahorcaban a Adolf Eichmann, un nazi extremadamente competente en “su trabajo”. Hoy en día los israelíes han conseguido ponerse a su altura, han pasado de víctimas a verdugos. Y se les ve contentos.
El premio Nobel de literatura fue para John Steinbeck, el autor de “La Perla” una novela pequeña en tamaño y enorme en sabiduría.
Murió Marilyn Monroe. Posiblemente fue el objeto erótico más rentable del mundo en su momento. Ha pasado a la historia como el máximo exponente de mujer tonta, frívola y superficial pero hacía preguntas como ¿por qué me quieren obligar a vivir como ex puta, sin haber sido puta?. Alguien que se refiere a Hollywood como el burdel más abarrotado que ha conocido no creo que sea tan tonto como aparenta. Quizá nadie la conoció.
“Lawrence de Arabia” ganó siete oscars y, un polaco con la biografía más increíble de la historia del cine, hacía su primera película: Roman Polanski.
He dejado lo mejor para el final: nacían en España Vicky Larraz, Pocholo Martínez-Bordiu y Juan y Medio. Ole.

 Pues este año, Dalton Trumbo afilaba su lápiz y escribía una historia de vaqueros que nada tiene que ver con un western. Una historia donde el guión está lleno de acotaciones en tinta invisible que hablan de la confrontación entre lo nuevo y lo viejo, lo bueno o lo correcto, mantener tu pureza o adaptarte. Un guión en el que apenas se ven los hilos con los que se ha unido el collar.

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 Un hombre baja la montaña en su caballo y aparca su vida al aire libre para visitar a un amigo en un pueblo fronterizo. A ese hombre no le gusta que cierren los espacios abiertos con alambradas, ha crecido en un mundo donde no había vallas con alambre de espino en el horizonte. Y corta el alambre.
Por encima de su cabeza, un avión reactor atraviesa el cielo. No estamos en los años del salvaje oeste, estamos en los años 60, los coches circulan a toda velocidad como si fuesen a algún sitio y la carretera se ha convertido en otra valla difícil de cruzar.

 Ella oye ruido de cascos de caballo y ya sabe quien viene. Alguien a quien siempre espera. Al amigo que venía a visitar lo han metido en la cárcel por ayudar a unas personas y, en la secuencia más maravillosa de la película, su mujer hace que conozcamos a Jack Burns, un solitario, un inadaptado, un tipo que sólo puede vivir consigo mismo, a su manera. Las reglas de la sociedad no han podido domarlo y se ha convertido en un héroe solitario que lucha contra los nuevos tiempos.
Ella es práctica, él un rebelde idealista. Cuando llegó la hora de elegir, ella escogió al hombre que abandonó la vida de vagabundo por la vida familiar; escogió lo seguro y dejó en libertad a quien amaba de verdad. Nada de esto se dice con palabras en la secuencia.

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 Jack Burns provoca una trifulca para que lo metan en la cárcel y así poder hablar con su amigo, un amigo que ha cambiado, se ha adaptado y renuncia a escapar de la cárcel con nuestro protagonista. Alguien que tiene sus propias leyes, y que no se atiene a las reglas del juego, es incapaz de vivir encerrado detrás de unos barrotes. Y Jack Burns se escapa.
Así comienza la caza de un hombre que no ha hecho daño a nadie, pero que ha cometido el peor de los errores: no respetar las reglas sociales ni las leyes.
Vuelve a casa de ella a buscar su caballo y se aleja hacia la montaña, sabe que si logra atravesarla antes de que le atrapen no podrán perseguirlo. Pero el futuro es avaro, a Jack Burns ya le está escatimando el tiempo.
Mientras ve cómo cabalga hacia el amanecer, un travelling se acerca a ella, un travelling antiguo, uno de esos movimientos de cámara que hacen que sepas lo que está pensando ese personaje. Ella sabe que no lo volverá a ver.

 El “perseguidor” es el sheriff de un pueblo pequeño, hastiado, irónico, descreído, a cargo de un montón de policías patanes e inútiles. Un sheriff que siente más respeto por un fugitivo, que no consigue ver a pesar de estar peinando una montaña, que por la gente que tiene a su alrededor. Si pudiese haría la vista gorda.

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 El final de la película tiene dentro todo el fatalismo que es marca de género del cine negro, cuando llega la hora, el destino siempre sale a tu encuentro y te atrapa. En los últimos instantes se oye un disparo, ese disparo marca el fin de una época.
El plano que cierra esta historia es una elegía en sí mismo, inolvidable, lleva dentro toda la película: en una autopista, azotada por la lluvia, un sombrero de cowboy se queda para siempre en la cuneta. Sólo.

                                            “Oí el ruido de un caballo y supe que era el tuyo”

 Contar una historia en imágenes. Eso es una película. La gente que lleva dentro la enfermedad del cine, a menudo recuerda las grandes películas por una imagen que se quedó agarrada en la memoria. Un buen guión siempre contiene dentro algún objeto, alguna situación, algún plano que cuenta toda la historia de la película en un par de segundos; ahora mismo se me ocurren, por ejemplo, el espejo roto de la señorita Kubelik en “El apartamento”, el marco de la puerta de “Centauros del desierto” o el sombrero de cowboy de esta película, una imagen que sigue contigo en el curso del tiempo.
En el momento en que se rodó esta historia, el cine estaba atravesando una grave crisis. La televisión había desembarcado en los hogares de toda América y las salas de cine se quedaban vacías ante el empuje de ese nuevo medio con el que no sabían como competir.

 Quizá esta película se puede leer también como una metáfora del cine y su encanto perdido, como la pérdida de algo que ya nunca podrá ser recuperado. Es muy posible que esta historia abriese el camino de otras películas que trataban temas similares: Junior Bonner (Sam Peckimpah), La última película (Peter Bogdanovich), Network (Sidney Lumet)…

1 comentario:

  1. Todo muy bien lo del Cowboy Kirk Douglas, menos lo del disparo final... que fué para su caballo. En una escena impresionante con la expresión del rostro de Douglas ante la convicción de que sacrificarán a su caballo.
    Saludos cordiales de
    Jose Antonio Campos

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