Intentar escapar de tu edad te convierte en párvulo, nos dice 'Mientras seamos jóvenes'. Josh y Cornelia, un matrimonio de mediana edad, ya notan la presencia del contador. Se acercan a la madurez y no consiguen ignorar esa cosa molesta en el rabillo del ojo: la desesperación. Cornelia es productora y Josh se gana la vida como profesor, aunque en realidad es director, lleva diez años centrifugado por un documental al que no para de dar vueltas. Para colmo, su suegro es un documentalista de estatura, con premios y reconocimientos, un triunfador. Al acabar una de sus clases, conoce a un matrimonio que no para de adularlo, tienen 25 años, el chico también hace documentales. Ambas parejas comienzan a salir juntas y los protagonistas empiezan a comportarse como la «gente joven». Ahora circulan en dirección contraria al paso del tiempo. Sus nuevos amigos llevan el diccionario hipster amartillado en el bolsillo. Pronunciaron sus votos en una torre de agua vacía en Harlem, tienen estanterías llenas de vinilos, regalan polaroids firmadas y cuando tienen alguna duda se niegan a buscarla en el móvil. Entrar en Internet sería ir en contra de la pureza. Ahí es nada. ¿Qué puede decir uno cuando se ha casado en el ayuntamiento?
Noah Baumbach atrapa a unos personajes que convierten toda su vida en un fraude para no sentirse defraudados y filetea sin piedad ese mundo en el que cada vez es más necesario ser un virtuoso en el arte de la impostura. Vivir en el adorno. Hay que reconocerle a Baumbach la soltura y el talento con que revolotea el cine de Woody Allen en esta reflexión sobre el fracaso, las apariencias y la búsqueda de lo auténtico (en caso de existir semejante entidad), al tiempo que dibuja el retrato de un trepa comparable a la dócil protagonista de 'Eva al desnudo'. Josh se percata demasiado tarde de que el chico joven, al que ha tomado como protegido y está ayudando a rodar un documental, lo está utilizando para coger el ascensor a los pisos superiores a través de la reputación de su suegro. Ya no estamos en época de hidalguías. 'Mientras seamos jóvenes' no deja lugar a dudas en su demolición: vivimos en el tiempo del «todo vale», donde la adulación nunca tuvo tantos adeptos y receptores necesitados y el oportunismo ilustrado campa a sus anchas. Resulta especialmente brillante cómo describe la película ese atributo latente que suele permanecer en la oscuridad y que poseen algunas personas amables y de perfil bajo que alcanzan el éxito: son mansamente despiadadas.
(Publicado en La Voz de Galicia)
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