26 noviembre, 2015

The Man from Earth

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 Richard Schenkman dirige 'The Man from Earth', una miniatura de atuendo humilde y narrativa sencilla. Su coste: 56.000 dólares. Con semejante monto económico, los productores deciden gastar en una herramienta revolucionaria destinada a los guionistas: bolígrafos. Los bolígrafos prosperan y nace un guion de ciencia-ficción desnudo de trucos generados por ordenador que abusa, sin embargo, del efecto especial más barato y a la vez difícil: la imaginación.

 John Oldman, profesor de Historia, está de mudanza. Se marcha de la ciudad de forma repentina y reúne a un grupo de colegas del trabajo en su chalet de montaña para despedirse. Sus amigos notan algo raro, sospechan, creen que huye de algo, y él termina por contarles su secreto: no envejece. Ante el estupor de sus compañeros, afirma tener 14.000 años, o eso cree, porque no está seguro. El tiempo que miden los relojes es posterior a su nacimiento. John Oldman está, por tanto, fuera del almanaque. Lleva una década trabajando en esa universidad y tiene que marcharse. Después de diez años, la gente comienza a percatarse de que no envejece. Lo sabe. Le ha ocurrido otras veces. Imaginen la cara de sus amigos, gente altamente preparada: un antropólogo, un biólogo, un psicólogo... ¿Un hombre de la Edad de Piedra que sobrevive hasta el presente? En pleno desconcierto comienza el interrogatorio severo, que se convierte en el sueño de cualquier arqueólogo: «Si las piedras hablaran». No hace falta. Está John Oldman, anterior incluso a algún accidente geológico, que en torno a la luz del fuego de su chimenea empieza a hilvanar su historia mientras responde a preguntas afiladas que pretenden desmontar el asunto. El asombro de los expertos científicos -y del espectador- aumenta al observar que hay una respuesta para cada pregunta. ¿Será posible? No encuentran fisuras y ya no saben si están ante un cavernícola, un mentiroso o un loco.

 Llegados a este punto, es necesario decir que 'The Man from Earth' no es solo un maravilloso guion de ciencia-ficción, en realidad se ocupa de un asunto primordial: la seducción que el relato ejerce en el ser humano. John Oldman dosifica el misterio con la habilidad de las narraciones primigenias (Las mil y una noches, La isla del tesoro) y por eso la película funciona, porque el hombre necesita fabular y porque las historias bien contadas son capaces de abatir el escepticismo mediante la suavidad del hechizo. ¿Acaso no fueron los cavernícolas los primeros en contar historias, que luego continuaron los mentirosos y los locos?


                                                                                 (Publicado en La Voz de Galicia)

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