24 marzo, 2013

The Entertainer



 Uno de los temas más famosos de la historia del cine. Scott Joplin y Marvin Hamlisch fabricaron este ragtime para la película “El Golpe”. Paul Newman y Robert Redford, con su picardía y su afición al chanchullo de categoría, son capaces de crear tal complicidad con el espectador que convierten a los estafadores en gente de bien. Aquí los guionistas juegan con ventaja: ¿Quién no sentiría simpatía por un par de timadores que consiguiesen chulear a Emilio Botín o Mario Draghi?

 Ahora que la omnipresencia vaticana ha aflojado un poco y el nuevo Papa está debidamente instalado, ya se puede hablar del publirreportaje de las dos últimas semanas. Con gran presupuesto, vestuario fastuoso, pujas on-line y un desarrollo trabajadísimo desde el minuto uno en el que Benedicto colgó el cartel de “se traspasa”, la elección del nuevo Papa ha seguido las reglas narrativas que imperan en el ámbito del thriller: la idea falsa de que nada está calculado y puede ocurrir de todo, un cónclave lleno de fulanos que creen que “El príncipe” de Maquiavelo lo han escrito ellos, una chimenea misteriosa para católicos cardíacos que esperan un humo blanco de la misma forma que aguardan que un trapecista finalmente caiga al suelo del circo y un balcón por donde aparece el nuevo “genio del mal” con una identidad de estreno, en su caso, Francisco. Hitchcock hubiese firmado el evento.

 Tras la puesta en escena llega, por supuesto, la propaganda. Comienzan a filtrar los detalles y nos dicen que Bergoglio, al saberse nuevo pastor de almas, dice frases del tipo: “Perdónales Padre porque no saben lo que hacen” o “han ido a buscarme al fin del mundo”. Además de hablar con el altísimo ya desde el primer instante, es un tipo de frase humilde. Como Michael Corleone en “El Padrino III” cuando, de repente, tenía el ansia de hacerse respetable.

 Desde aquel “pequeño paso para el hombre, gran paso para la humanidad” de Neil Armstrong (otro ocurrente), los humanos sabemos que esas frases casuales son diseñadas por un tipo que sale en “Mad Men” y se pronuncian para un destinatario más ambicioso: la posteridad. Que la Iglesia piense que, lejos de la propaganda pretendida, la gente va a creer en casualidades no deja de ser un detalle tierno por su parte.

 A continuación se aplicó otro de los puntales de la publicidad: la insistencia. Bombardeo sin piedad acerca de la extraordinaria humildad del pontífice. Cualquiera pensaría que esa cualidad se le presupone, pero no. La sensación que transmite el nuevo Papa es la de ser humilde como solo los muy ambiciosos pueden serlo.

 Ahora estamos con los baños de multitudes. Se pone de moda lo blanco y lo campechano y todo se reduce a hablar del peso de su sencillez. Tarde o temprano tendrá que aligerar para aliviarse, como un globo aerostático. Es posible que haya que atar un hilo al tobillo de su santidad para sujetarlo como a una cometa. Eso o empezar a ponerle anillos que contrapesen.

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