24 octubre, 2012

Chez Mondrian

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 A veces ocurre que uno encuentra cosas que hacen aumentar su bienestar. Una película, un libro, un objeto, una charla o un recuerdo, pueden producir uno de esos raros momentos en los que, de forma inesperada, te sientes en paz. A mí me ocurre con algunas fotos que voy dejando en este cuaderno, también con la que he dejado más arriba, una imagen que hace enmudecer mi voz interior.

 André Kertész disparó en 1926 la fotografía titulada “Chez Mondrian”. Hace unas semanas se publicó aquí otra entrada acerca del mismo fotógrafo, por lo que no me extenderé demasiado. Como resultado de sus múltiples vagabundeos por París, un conocido común lo llevó al estudio de Mondrian. Al parecer, la decoración respondía al mismo orden riguroso y espartano que protagonizan las abstracciones geométricas de sus cuadros.

 Con una luz y una composición perfecta, Kertész pinta una obra maestra sin que se vean las pinceladas. Si el silencio llega a pasar en ese momento hubiese quedado retratado. Parece una foto flotante. No pesa.

 André Kertész hace un retrato de persona ausente. A pesar de que el protagonista no está, la simetría y el despiece de las líneas son elocuentes. Revelan, más bien delatan, que estamos ante un retrato de Mondrian.

2 comentarios:

  1. Yo pienso si esta foto sería una puya. Kertész sabía de formas tanto como Mondrian, pero él además era alegre y fantasioso. Por eso abrió la puerta, porque la casa debía de ser una cuadrícula. ¿Y qué apareció fuera? ¡Una curva! ¡El pecado! Aquello tuvo que ser glorioso. Me imagino a Mondrian cabreado con el pasamanos y al bueno de Kertész riéndose a carcajadas. ¿No habrán dejado escrito algo sobre aquel día?
    B.R.

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  2. Desconozco si hay algo escrito acerca de ese encuentro (imagino que sí). Desde luego el pasamanos ejerce de serpiente que redondea una foto de flores, felpudos y sombreros de paja que se han posado en el sitio exacto.

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