20 noviembre, 2011

Married Life



 Se titula "Married Life", la música es de Michael Giacchino y pertenece a la película "Up". Los diez primeros minutos de arranque son tan espectaculares que nos cuentan los tres o cuatro asuntos capitales de la vida sin apenas utilizar palabras ni darse importancia.
De usarse la palabra hablada, estorbaría.
Un niño con carencias afectivas, un perro en busca de dueño, un pájaro loco y un anciano al que le quedan las virutas de una vida plagada de recuerdos que se convierten en un incómodo trasto que hay que colgarse a la espalda y que, a regañadientes, suelta lastre para poder escribir todavía en el libro de la vida, ese que siempre tiene páginas en blanco.

 La película no niega la muerte, pero se pone de parte de la vida. No niega la pena o la amargura pero se inclina por la esperanza. Termina por alcanzar cotas más altas que la propia casa de globos del señor Fredricksen. Las personas que trabajan en Pixar saben de la vida, y eso es lo más difícil. Su primer mandato parece ser respetar la inteligencia del espectador. Usan -y abusan- del mejor efecto especial que se ha inventado hasta ahora: el talento.

 Ayer, no sabía que poner aquí como canción dominguera hasta que bajé a tomar un par de cervezas con una amiga. Ella dice que no sabe de cine, pero sabe de la vida, lo cual implica saber de cine. Me regaló la idea de traer a esta ventanita la secuencia maravillosa que hay encima de estas líneas. También me habló de la gran virtud de la brevedad a la hora de escribir un post, algo que, evidentemente, se me resiste. Haciendo un brainstorming conmigo mismo, he dado con una solución que puede ser satisfactoria: escribir con una mano atada a la espalda, lo cual reducirá el flujo a la mitad. Si no fuera suficiente, también estoy dispuesto a escribir con un parche en un ojo hasta que el texto se reduzca a la cuarta parte y quede sólo el hueso con el jamón arañado. Que no se diga que no tengo recursos.

 Hoy es un día donde las alcantarillas parecen tener ranura para papeletas electorales a las que se les caen las letras. Es tiempo de escoger a un representante que obedezca a otros que se representan a sí mismos. Hemos asistido a una campaña electoral tan sofisticada y moderna como Juanito Navarro, un espectáculo que se asemeja al ruido de fondo de un disco rayado.

 Con la que se avecina, uno querría hacer lo mismo que el señor Fredricksen. Tirar de una palanca que abra el tejado de tu casa y salga una miríada de globos de colores que te lleven a las cataratas paraíso o a cualquier otro sitio donde la política no parezca un juego reservado a los simios.
El problema no es la escasez de globos de colores sino que hemos llegado a un punto en que empieza a escasear el aire para inflarlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario