05 septiembre, 2013

Mi tío

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 Pocas cosas hay tan libres como unos perros vagabundos que curiosean, corren, juguetean o tiran las tapas de los bidones de basura. No tienen reloj. Para ellos no existe el tiempo. Sus paseos felices por el arrabal cargan de poesía el comienzo de esta película y nos transportan desde un barrio antiguo y humano hasta una casa ultramoderna y automática que parece decorada por Roy Lichtenstein o por un psiquiatra. En ese entorno deshumanizado y aséptico, donde lo vacío y lo moderno se convierten en sinónimos, vive una familia adicta a la cuadrícula, a la que la tecnología ha convertido en gente ridícula. El hijo pequeño no se siente demasiado feliz de pertenecer a esta familia digital de ceros y unos, por eso adora las visitas de su tío, un ser despistado y analógico, con gabardina, pipa y sombrero, que responde al nombre de monsieur Hulot.

 Genuino representante del caos no pretendido, siembra el desastre por donde pasa. Las líneas geométricas tiemblan ante su presencia, es capaz de convertir los ángulos en curvas. Hulot lucha por integrarse en la sociedad, pero es un perro vagabundo. No entiende un mundo en el que los coches se detienen delante del colegio como si fuesen máquinas dispensadoras de niños. Pertenece a una época que ya no existe, con sus tonos ocres, sus calles de adoquín, sus puestos de verdura y otra forma de entender el vivir. Aquella en la que los manillares de las bicicletas se torcían a menudo.

 Tratando de mejorar el cine mudo sin adaptarse al sonoro, Jacques Tati rueda este tebeo titulado ‘Mi tío’ con una mezcla de nostalgia, costumbrismo e ironía. Sin apenas diálogos y con una colección de crujidos, timbrazos, golpes, zumbidos, silbidos y voces, contrapone una forma antigua de disfrutar de la vida al barullo de la sociedad moderna. Nos adelanta que las nuevas tecnologías traen la necesidad de presumir de ellas, que disfrutaremos exhibiéndonos y convirtiéndonos en bobos incomunicados de banda ancha que gozan de una maravillosa comodidad incómoda. Para Tati la tecnología es servidumbre. Considera el orden y la pulcritud cosa de cretinos. Por eso Hulot los castiga con el imprevisto.


                                                                                                                                      (Publicado en La Voz de Galicia)

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