09 septiembre, 2012

Stormy Weather



 La guitarra de Django Reinhardt hace su ejercicio habitual de natación sincronizada con el violín de Stéphane Grappelli.

 Préstamos suaves, post-ayudas, primeros rescates blandos, segundos rescates semiduros, hombres de negro, tiempos de descuento y penaltis en el último minuto. Es curioso que lleven meses rescatándonos y sigamos sintiéndonos prisioneros. Para tanto rescate, poco se habla de los secuestradores y toda esa gente de malvivir. Nos repiten una y otra vez la palabra crisis como si fuese un término que lo justifica todo en sí mismo. Lo convierten en inexorable cuando la crisis solamente es la consecuencia del verdadero problema: la estafa. Mucho vocabulario pintoresco pero a eso se reduce todo, al buitreo.

 Los lanzadores de zanahorias siguen encontrando burros encantados de seguirlas. Para qué señalar los verdaderos problemas si podemos hablar de un futbolista que padece congoja existencial y millonaria. Un día te asalta sin preaviso la melancolía lánguida de Kafka y no te queda otra que acudir a la sala de prensa y convertir a los periodistas deportivos en gestores de tristeza.

 Esperanza Aguirre es la maestra absoluta en ese arte de esparcir tubérculos en todas direcciones mientras su ejército de rebuznadores lo celebra con algarabía. En la inauguración del curso universitario se escandalizó porque había estudiantes con pancartas de “Esperanza muérete” y declaró que emprendería acciones legales ante un lenguaje criminal como ese. Exige responsabilidades. Al día siguiente, en una visita a la casa consistorial de Valdemaqueda dijo que a los arquitectos “habría que matarlos”.

 Así seguimos, a golpe de camelo. Comprando patriotismo devaluado a unos políticos que sólo sienten indiferencia hacia cualquier cosa que suceda fuera de los límites de su mansión y que tratan de convencernos de que lo que es bueno para las multinacionales es bueno para el país. Creyendo que si el señor (es un decir) de Eurovegas se llena los bolsillos, algo caerá también para nosotros. Somos así de tontos.

 Un tipo nos señala la luna y nadie mira su dedo.

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