07 septiembre, 2011

Kinshu. Tapiz de otoño

 Diez años después de su divorcio, Aki Katsunuma y Arima Yasuaki, se reencuentran por casualidad en una visita al monte Zaô. Ese encuentro casual dará pie al inicio de una relación epistolar donde ambos intentan arrojar luz sobre el incidente traumático que acabó con su matrimonio y que no voy a adelantar aquí. Con la pretensión de saldar cuentas con el pasado y consigo mismos dan comienzo a ese intercambio de cartas, que se asemeja a un intento de cicatrizar unas heridas todavía abiertas. Un paso atrás, para poder, en el futuro, dar dos pasos hacia delante y poder continuar con sus vidas sin la sombra asfixiante de todos esos asuntos inconclusos que la mayoría de nosotros vamos dejando por el camino.

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 Ninguno de los dos protagonistas pretende recuperar nada, saben que no es posible, pero ninguno ha olvidado. Con una escritura sencilla, delicada, lúcida y, a la vez, cruel para consigo mismos, tratan de recuperar la autoestima que les permita seguir con sus vidas. En ningún momento se tratan como enemigos o entran en el ámbito de la queja inútil, no pierden el tiempo escribiendo de cosas que no pueden ser cambiadas ni utilizan el condicional "si" (si hubiera hecho esto, si hubiera ocurrido aquello otro...).

 Cualquiera dotado del sentido común más elemental, sabe que el pasado de uno es el que fabrica su presente pero esta novela se pregunta de forma no directa ¿y el futuro?¿es posible cambiar el futuro o es inexorable debido a una marca imposible de borrar perteneciente a un pasado ya lejano?. Hay una gran cantidad de gente para la que el pasado sigue vivo, configurando de forma obstinada su presente. En la sucesión de cartas que se escriben Aki y Arima Yasuaki hay una exploración clarividente del pasado, del sentido de la culpa, del perdón, del poder de una persona ausente en el presente de otros, de la búsqueda de redención, del destino. Todo impregnado de una profunda tristeza que, lejos de ser depresiva, se abre paso hacia la esperanza, hacia el futuro. No toda tristeza tiene por qué ser mala.

 El tono de la correspondencia está narrado con una delicadeza y una belleza conmovedora, al mismo tiempo, alejada de toda ñoñería (algo importante, al menos para mí). Es una novela sobre el proceso de fabricación de una cicatriz que, muchas veces, es de lo que se compone la vida. También es una novela de esperanza. La forma en que vivas tu presente  y estés en paz con tu pasado alterará de forma significativa tu vida futura.


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