Un joven autor teatral consigue que le financien una de sus obras haciendo un pacto con el diablo: acepta que Nick Valenti, el mayor gánster de la ciudad, ejerza de productor y que su novia, Olive, tenga un papel en la pieza. La chica del gran hombre, que posee la voz de un gato atropellado y las dotes interpretativas de un chimpancé, viene con guardaespaldas incluido: un matón llamado Cheech que odia tener que hacer de niñera para su jefe. Así comienza el ensayo de la obra. Con el grito como forma de comunicación, actores que cambian los diálogos y una diva de gestos mayestáticos que se cree Lady Macbeth, todo acaba convirtiéndose en un campo de batalla. De manera que Cheech, cansado de tanta discusión, toma las riendas, y el que parecía un neandertal rebuznador de repente se descubre como un genio de la dramaturgia. Cheech no tiene vida interior, tiene vida anterior y repleta de cadáveres; sin embargo, despliega un talento innato que deja a todo el mundo fascinado. El mafioso descubre su pulsión artística y se implica hasta el punto de negarse a que destrocen su obra y pensar en deshacerse de la novia del mecenas.
Woody Allen dirige esta comedia histérica ambientada en el Broadway de los años 20, con la ley seca y sus tiroteos callejeros al fondo, y nos regala una de las reflexiones más exactas y sencillas de lo que entraña ser un artista. Allen sabe que el arte con mayúsculas solo se explica a través de las minúsculas. Capaz de llevarse el gato al agua y luego secarlo con una toalla, resuelve todos los pliegues de la cuestión con la difícil facilidad de un revés de Roger Federer. Pone sobre el mantel las eternas discusiones entre el arte y la manutención (sabe que ser un artista muerto de hambre solo tiene glamour cuando no se ha de mantener a una familia) o la bifurcación del arte en algo intelectual y elitista o en una forma de entretenimiento popular. Con su lucidez a ras de suelo —y su propia experiencia— nos habla de las concesiones que uno hace para conseguir lo que desea. De hasta qué punto uno se prostituye o está en venta.
(Publicado en La Voz de Galicia)
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