30 junio, 2015

Force of evil

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 La filmografía de Abraham Polonsky consta de tres películas. Cuando realizó su primera obra, ‘Force of evil’, ignoraba que tendría que aguardar 21 años para hacer la siguiente. McCarthy y sus listas negras destruyeron su carrera de director al negarse a delatar a ningún compañero, y lo mantuvieron en el congelador durante un par de décadas. Se dice que tres o cuatro Oscars al mejor guión han sido escritos por Polonsky, naturalmente sin acreditar. Nunca lo confirmó. Quién era él, aseguraba, para reclamar un derecho a firma que podría menoscabar la reputación de amigos que le regalaron su mayor tesoro: prestar su nombre para que pudiese comer. Fueron años difíciles. Muchos profesionales de gran talento (Dalton Trumbo, por ejemplo) tuvieron que acostumbrarse a trabajar en la clandestinidad. Su negativa tajante a traicionar a otros compañeros ante el Comité de Actividades Antiamericanas, su resistencia y su honestidad, han convertido a toda esta gente en faros a su pesar.

 ‘Force of evil’ comienza con un plano picado de Wall Street y la voz en off de su protagonista: «Hoy es un día importante para mí: voy a ganar mi primer millón de dólares». El ascenso y la posterior caída del abogado que interpreta aquí John Garfield anticipan nuestra realidad actual, dominada por un capitalismo sádico donde negocios y gansterismo parecen el mismo asunto. Voracidad, corrupción policial, políticos sobornados o apuestas ilegales son los elementos que Polonsky utiliza para destrozar el sueño americano a martillazos y mostrarnos cómo las finanzas vuelan a más altura que la democracia. El dinero no tiene memoria ni moral, dice alguien en esta película. A veces, el tiempo tampoco. En la ceremonia de 1999, la academia decidió galardonar con el Oscar honorífico a Elia Kazan, uno de los soplones más relevantes de la caza de brujas. Ante un auditorio dividido, mucha gente se levantó a aplaudirle. Otros, como Ed Harris, Sean Penn, Nick Nolte o Steven Spielberg, permanecieron atornillados a la butaca. Parecían estatuas de mármol. Fuera, en la puerta del Dorothy Chandler Pavilion, un grupo de personas con pancartas formaban un movimiento de protesta con la intención de boicotear la gala. Entre ellos había un anciano de 88 años, pequeñito y vigoroso. Era Abraham Polonsky. Esta vez con su nombre de verdad.


                                                                                        (Publicado en La Voz de Galicia)

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