21 abril, 2013

Suspicious Minds



 Un «Suspicious Minds» de Elvis Presley siempre viene bien.

 En la entrada de mi barrio hay una de esas rotondas con la cabeza bien afeitada. Allí se sitúan unos seres encargados de revisar el aliento de los conductores a altas horas de la madrugada. Utilizan un aparato con una tecnología extraordinaria, casi alienígena, llamado alcoholímetro.

 Cuando uno baja la ventanilla, estos seres repiten sus frases de forma autómata, aburrida e inexorable. El proceso está exento de sorpresa. Con el tono del que hace una encuesta demoscópica, siempre comienzan con un “Buenas noches” rápido y un “¿Ha bebido usted alcohol?” más lento. Para romper esta inercia, utilizo el siguiente truco: siempre llevo un faro delantero fundido. De esta manera el evento comienza de forma diferente con un “¿Sabe usted que lleva una luz fundida?” Y uno aprovecha para tender puentes: ¿Cómo? ¿De qué lado? ¿Se habrá estropeado ahora?

 Mucha gente se sorprendería del alto porcentaje de acierto que tiene esta camelancia absurda. Ayer me funcionó. Al llegar la fatídica pregunta de ¿ha consumido usted alcohol? Puse mi mejor cara de Isabel Pantoja recibiendo sentencia. “No”, mentí. “¿Quiere que sople?” La respuesta del guardia civil de tráfico debería blasonar el comienzo de cualquier libro que glose la historia de las rotondas. “Continúe, tal como están las cosas no estamos para tirar boquillas”, respondió. Me espetó semejante brillantez con una sonrisa. Una sonrisa limpia. A veces, uno encuentra el talento en las cunetas.
 
 La caída del imperio romano comenzó con la escasez de boquillas de alcoholímetros. Nadie hizo caso de las señales. Pensé en el ministro Arias Cañete y su ansia por el ahorro repentino de agua. Este policía sencillo (que no simple) no está ahorrando boquillas sino regalando resuello. Con la liposucción social que está sufriendo este país, este señor pretende ahorrar aliento a una sociedad que ya resopla demasiado.

 Me marché con la sensación del zorro que ha escapado de un cepo. Pero no olvidé la sonrisa limpia. No se puede menospreciar algo así en los tiempos que corren.

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