07 abril, 2013

Everyday



 3 de febrero de 1959. Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, cansados del autobús en el que viajan de gira deciden ir al siguiente pueblo en aeroplano. La avioneta se estrella. Mueren todos. Esta tragedia pasa a llamarse de forma un tanto pomposa «el día que murió la música». Años después, Don McClean compone su famoso tema «American Pie» pensando en esa desgracia aeronáutica.

 La canción de Buddy Holly que he dejado más arriba aparece de forma recurrente en la película «Las vidas posibles de Mr Nobody», una historia de retorcimientos, jugueteos y dobles tirabuzones que habla sobre la estadística de la vida mientras hace piruetas con el tiempo narrativo.

 Con un lenguaje publicitario y un repaso por todas las teorías del caos, principios de incertidumbre, efectos mariposa y otros regates cuánticos que se resumen en la palabra «azar», toda la película es una encrucijada de decisiones, casualidades, eternos retornos y mundos paralelos que fascinará a científicos y personas aficionadas a mirar atrás y decir: «Si hubiera hecho esto, otro gallo cantaría». Los aficionados a la retrospectiva no suelen diagnosticar que la mayoría de los errores no son problema de canto sino de gallo. Por eso el mundo funciona a base de errores repetidos.

 La necesidad de buscar excusas, explicaciones, de razonarlo todo, ha construido la mitad de la civilización. La otra mitad la ha construido el caos. O sea que, según mi método científico (carente de todo rigor), hay empate.

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