10 abril, 2013

La fiera de mi niña

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 Tuve la suerte de vivir una infancia en la que las películas que echaban en la televisión eran la promesa de una aventura. Aún era pequeño cuando un sábado por la tarde emitieron "Tierra de faraones", una de esas historias que en el colegio llamábamos películas de "la antigüedad". No sé si las pirámides se hicieron así, pero quiero creérmelo. Por aquel entonces los créditos iniciales me parecían un engorro y no me fijaba en quién había hecho la película. Mucho más tarde, supe que era de un tipo llamado Howard Hawks.

 Decían que sus filmes eran un 20 % más rápidos que los de otros directores, y era cierto. Descubrí que me sentía a gusto a esa velocidad. En el cine de Hawks no existe el énfasis ni la retórica: es un experto en el arte de no darse importancia, lo suyo es la eficacia. Posee la extraña cualidad de convertir historias mínimas en guiones máximos que luego rueda de forma trepidante. "La fiera de mi niña" es un ejemplo de esto. Sin apenas argumento y con la ayuda de un guión desbocado, construye una de las comedias más asombrosas de la historia del cine. Parece que se hace conforme la vamos viendo.

 Cary Grant, un estudioso de los dinosaurios con una novia similar a una merluza congelada, protagoniza esta película de huesos prehistóricos y leopardos perdidos. ¿Que si alguien se puede creer que Cary Grant sea paleontólogo? Por supuesto que sí, por algo lleva gafas. Cuando está a punto de casarse ocurre lo inevitable: aparece una fuerza de la naturaleza llamada Katharine Hepburn y se enamora de él. Hepburn, una criatura diseñada para poner a prueba la teoría del caos, decide conquistarlo y lo arrastra una montaña rusa de situaciones descabelladas con personajes que, sin embargo, hablan totalmente en serio. Grant se convierte en el perro faldero de una mujer tsunami hasta llegar a un clímax delirante en el que aprende a vivir. Se percata de lo divertida que puede ser la vida cuando uno infringe las normas. "La fiera de mi niña" nos instruye acerca de la importancia capital de compartir la vida con alguien que nos haga reír.


                                                                                                                                    (Publicado en La Voz de Galicia)

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