El tema dominguero de hoy pertenece a Nino Rota y a Don Corleone.
Seguro que todos tenéis grabadas en la memoria esas primeras imágenes de "El Padrino" entre la penumbra infinita de su despacho, gato en mano, escuchando las peticiones en el día de la boda de su hija. Con sus dos oquedades negras en lugar de ojos y sus lugartenientes acercándose por detrás de su sillón y susurrándole algo al oído.
Recordé esas imágenes de inmediato al ver el vídeo del ministro De Guindos en acción, en el que, al parecer, es su hábitat natural: Bruselas. Uno está acostumbrado a ver en las películas a cualquier traficante que se acerca por detrás a algún mafioso y le susurra en la oreja: "Oye, tengo muy buen material" a lo que el mafioso responde: "Eso va a ser fantástico".
Mira tú por donde y saltando de gremio, que nuestro ministro de rizo de calamar en la nuca tiene el mismo modus operandi que el traficante: se acerca por detrás al comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, y le susurra que la reforma laboral va a ser muy agresiva como quien muestra con alborozo un trofeo de caza. Olli Rehn, trasunto de mafioso, y sin mirarlo siquiera contesta: "Eso va a ser fantástico". No se sabe para quién. Nuestro "susurrador de orejas" podría haber dicho: "Queremos crear confianza en Europa y para ello leemos las entrañas de varias palomas tres veces al día. También te vamos a dejar aquí el muñequito de un español medio que con sólo mirarlo se le bajan los pantalones para que recuerdes hasta donde llega nuestra ansia de autoinmolación en caso de ser necesario para el bien común, que tampoco se sabe ya cual es". Olli Rehn, con la cara imperturbable del prestamista, como siempre, respondería: "Eso va a ser fantástico".
El vídeo posee un acting maravilloso, la gestualidad es tan expresiva y dice tanto de ambos personajes que Lee Strasberg podría haber usado esta pieza maestra para dar clase en el Actor´s Studio.
El principal reclamo de la reforma laboral de esta semana es la facilidad del despido, esto puede deberse a que con cinco millones de personas sin trabajo, no se despide suficientemente bien. Alguien habrá pensado que despidiendo más rápido y mejor, se va a generar empleo. Se desconoce quién es ese alguien. El caso es que el "susurrador" va a Europa a poner en práctica esa frase de "un general triunfador deja atrás los esqueletos de 300.000 soldados". Cuando estos señores arrastran a sus países al altar de sacrificio europeo, ni siquiera pestañean con los miles y miles de personas que dejan en la cuneta. Son como esos perros de caza que llevan la pieza abatida en la boca a su dueño mientras mueven la cola.
La brillantez del susodicho vídeo ha puesto a la sombra un hecho insólito en el panorama español: tenemos un ministro que habla inglés. El resto de la semana ha sido de alto impacto en lo que a idiotez se refiere, si el 2012 va seguir generando estiércol a este ritmo, vaya año que nos espera.
Primero la madre de Arantxa Sánchez-Vicario, que quiere llevarla a los tribunales porque no le gusta la versión que su hija ha hecho de su vida. Parece que la crítica no mola.
Luego llegó Contador y su chuletón viajero. Hay que escuchar las declaraciones del dueño de la tienda que vendió la carne, un poco sorprendido de que le intentasen endosar el marrón. Tuvo que ir a declarar a Lausana y aguantar a los abogados de Contador intentando demostrar sin éxito que vendía carne con clembuterol mientras lo sentaban al lado del ciclista y este hacía como que no lo veía. Yo me atrevería a decir que Contador es un tipo sanote, como Indurain.
A continuación, llegaron los franceses con su síndrome de abstinencia de ganar medallas deportivas. Los españoles, como siempre, despreciamos la elegancia del silencio, nos ponemos a la altura de nuestra propia estupidez y le damos rango de incidente diplomático a un sketch. Ante tal afrenta satírica nadie dijo lo único destacable del sketch: su falta de talento. Cuando haya un verdadero incidente diplomático, el gobierno español callará. Por lo visto, la crítica no mola.
El colofón llegó con Garzón y su sentencia, que repele al más elemental sentido común. Se puso de manifiesto que respetar o acatar una sentencia no es lo mismo que estar de acuerdo con ella. Parece que poner en duda el resultado de un juicio es pecado, algunos han llegado a decir que dudar de la justicia pone en quiebra el estado de derecho. Yo creía que los jueces estaban sujetos a la vulgaridad de las pasiones humanas, que eran imperfectos o podían tener un mal día. Pero no. Son unos espíritus puros, cuasiperfectos y con un potencial divino que les permite reducir el error a cero. Por eso no se les puede criticar, sólo ver, oír y callar. Sobre todo, callar.
Hace ya mucho que corren malos tiempos para la crítica.
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