Casi todos los expertos coinciden, más o menos, en datar el planeta Tierra en 4000 millones de años de antigüedad. Hace tan sólo 200.000 años, apareció en su superficie la especie más depredadora: el hombre. Pese a su aparente debilidad y su escasa maña a la hora de dibujar bisontes, lo fue conquistando todo. Mientras crecía el número de ciudades de luces parpadeantes, inventaba el ascensor para poder construir edificios siempre más altos e iba en aumento su nivel de colesterol, el depredador fue consolidando el concepto de "economía".
Un día llegó el petróleo y todo se aceleró. Cualquier minucia de nuestra vida cotidiana pasó a derivarse del petróleo, con él llegaron las máquinas que, con un litro de combustible, trabajaban lo mismo que 400 personas. El auge de la tecnología provocó la muerte de la diversidad en nombre de la estandarización, dando comienzo a un estilo de vida totalmente dependiente del petróleo que provocará la génesis de un nuevo Dios: el consumo.
Tengo una noticia: un día el petróleo se acabará.
Famoso discurso pronunciado en 1898 por el jefe Seattle de la tribu Suquamish:
"¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, la calidez de la tierra?. La idea nos resulta extraña. Si no poseemos la frescura del aire y los destellos del agua, ¿cómo podemos comprarlos?. Para mi pueblo, todas las partes de esta Tierra son sagradas.
Esto es lo que sabemos: la Tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Es lo que sabemos. Todo está tan relacionado como la sangre, que une a nuestra familia. La humanidad no ha tejido la red de la vida. Sólo somos uno de sus hilos. Si le hacemos algo a la red, nos lo hacemos a nosotros mismos. Todo está unido. Todo está conectado."
Cuando Jonas Salk, científico de la universidad de Pittsburg, desarrolló la primera vacuna contra la polio (en 1952), no patentó el tratamiento para salvar vidas.
-No hay patente- dijo, ¿se puede patentar el sol?
Si fuese posible, Donald Rumsfeld, Carlos Slim o Rupert Murdoch ya habrían tramitado la solicitud para patentar nuestra estrella favorita: el sol. El jefe de la tribu Suquamish vivió en una época donde las personas morían por unas ratas infectadas, un virus desconocido o una peste. Un árbol, un río o una catedral sobrevivían a varias generaciones de una familia, las personas eran efímeras y la naturaleza perduraba. Ahora ya somos poderosos, hemos alcanzado la capacidad de suicidarnos como especie y no sólo por la energía nuclear, que también. Entre los países que fabrican algo y los países que lo consumen, hay miles de kilómetros. Nuestros motores de combustión calientan la tierra mientras derriten las cumbres del Himalaya. El paso del Noroeste en el Ártico se está abriendo al tráfico marítimo. Pronto, en verano, esas aguas quedarán libres de hielo varios meses al año. Al parecer, esto es inaudito, se están viendo superadas las predicciones de los científicos más pesimistas.
Somos parásitos destructores. Sobrevolamos el Amazonas y vemos las calvas de la deforestación que se han convertido en símbolos de hasta donde la avaricia y la tecnología ha hecho que pasemos de sentirnos pequeños y aterrorizados por la naturaleza a ser verdugos y provocar miedo. La crisis económica ha convertido la preocupación por el medio ambiente en un lujo superfluo y eternamente aplazable. Lo urgente (la economía) no deja tiempo a lo importante (cuidar ese recipiente que necesitamos para vivir, la atmósfera). Vivimos en el corto plazo, para qué vamos a pensar ahora en los fenómenos migratorios del futuro. A nadie importa que se calculen 200 millones de refugiados climáticos antes de 2050 debido a la imposibilidad de subsistir en su región. Nadie valora la importancia del aire hasta que le aprietan la garganta. Nuestra tremenda ignorancia convierte a la humanidad en perecedera.
Hoy quería traer hasta aquí una serie de fotos que hablan de todo lo anterior. El matrimonio formado por Robert y Shana Parkeharrison publicaron en el año 2000 un libro de fotografías llamado "The Architect’s Brother". Sus imágenes, con una puesta en escena muy elaborada y unos decorados que, a menudo, tardaban meses en construir, pretenden hacernos reflexionar sobre la destrucción que el hombre provoca en el paisaje, de cómo deberíamos protegerlo y conservarlo aunque ya todos los científicos apuntan que es demasiado tarde. Construyen una especie de cuentos o fantasías medioambientales con unos escenarios marcados por la tecnología, el exceso de uso y la destrucción.
En todas las fotografías aparece una especie de "guardián" omnipresente que parece tener un vínculo total con la naturaleza, un "hombre de negro", que se asemeja a un curandero trajeado, y que interactúa con los paisajes por medio de extrañas máquinas que parecen recién salidas de las primeras películas de Jean Pierre Jeunet o de "Metrópolis": una aguja de coser gigante que repara las costuras del planeta (Mending the Earth), un traje de globos de agua que apaga incendios (Burn), una máquina que alimenta los campos (The Sower) o una huerta donde crece la energía que procede de la tierra (Night Garden).
Todas estas imágenes forman el mosaico de un único retrato, el de la Tierra. Cada una de esas fotografías retrata su ansiedad. Todas son en blanco y negro o sepia y parecen tener delante una cortina de ceniza apocalíptica. Los dos protagonistas de "La Carretera" de Cormac McCarthy encajarían a la perfección en el mundo ideado por estos dos fotógrafos.
Lo más atractivo, para mí, de esta serie de fotografías "soñadas", surrealistas o como se las quiera denominar, es su ausencia de temporalidad. No tienen datación, bien podrían pertenecer al futuro que nos espera, pero también a un pasado muy lejano. ¿Y si el "principio" (génesis) fue así?. Para los creacionistas, los aficionados a la abstinencia sexual como método anticonceptivo y los seguidores del "Tea Party", es indiscutible la identidad del "guardián". Para aquellos más afines a Darwin, pueden vestir al "hombre de negro" con un traje de mono de los que usaba Kubrick al principio de "2001, Una odisea del espacio".
Como siempre, dejo un enlace para aquel que quiera ver el resto de las fotos.
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