'Nightcrawler' dibuja el tiempo de depredadores en que se ha convertido nuestra actualidad. Su protagonista, Lou Bloom (Jake Gyllenhaal), trabaja como reportero nocturno para los canales de televisión locales. Tiene intervenida la emisora de la policía para llegar a los lugares del suceso (crímenes, accidentes, tiroteos) cuando la sangre todavía chorrea y graba los despojos, que luego se apresura a vender. Aquí la rapidez es fundamental. En nuestro mundo de redes sociales, acontecimientos al instante y directos prolongados hasta parecer diferidos, las noticias se precisan más ásperas, más en plano detalle y, por supuesto, para ayer.
Bloom, por tanto, pasea su jeta de pez abisal por la nocturnidad de Los Ángeles rastreando desgracias como Weegee, aquel fotógrafo que retrató durante décadas las noches de Nueva York y al que el tiempo le ha cambiado la identidad: despreciado en su momento por alimaña, ahora es considerado un gran documentalista de aquella época. Pero Lou Bloom es ambicioso y no solo documenta, llega mucho más lejos en sus compra-ventas sangrientas: retoca las situaciones, mueve los cadáveres de sitio e incluso provoca homicidios. Su ansia por medrar recuerda al personaje principal de '¿Por qué corre Sammy?', la deliciosa novela de Budd Schulberg sobre la escasez de escrúpulos de la gente aficionada a autopropulsarse.
Además de ofrecer el retrato de un monstruo con una precisión y una puesta en escena espléndidas, la película tiene parentescos de familia adinerada: posee el sonambulismo alucinatorio y la soledad asfixiante de 'Taxi Driver' y describe el mundo televisivo con la misma saña que 'Network', aquella película de Sidney Lumet que aireaba las vísceras del electrodoméstico y mostraba el desenfreno de los medios de comunicación y de las personas para las que audiencia rima con supervivencia. La directora de programación (Rene Russo) habla con claridad al protagonista para explicarle lo que busca: «Para que entiendas la esencia de lo que emitimos debes imaginar nuestro telediario como una mujer corriendo por la calle con el cuello rajado». Al igual que en 'Network', todo parece un poco desquiciado o quizá un tanto distorsionado, pero la eficacia del relato golpea como una bola de demolición. Cualquier espectador adivina que detrás del latiguillo que utilizan los presentadores de informativos -«las imágenes que vienen a continuación pueden herir su sensibilidad»- no hay una advertencia. Hay un reclamo.
(Publicado en La Voz de Galicia)
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