Puede que el responsable de traducir el título de esta película sea uno de los hombres más perspicaces y capacitados de la industria del marketing. Quizá. Aunque ‘La gran estafa’ no parece un bautizo glorioso para una historia en la que no hay estafa. Su encabezamiento original es ‘Charley Varrick’, nombre del personaje interpretado por Walter Matthau: un piloto de avioneta fumigadora muy alejado de aquellos papeles de embaucador socarrón que hacía con Wilder. Cuando Matthau aparca su retranca legendaria y adopta un registro serio puede convertirse en el tipo más pragmático del mundo; para muestra, el rótulo de su empresa: «Charley Varrick, el último de los independientes». Peckinpah lloraría de envidia ante semejante título nobiliario.
Todo el asunto fumigador es, en realidad, una tapadera. Matthau lidera un grupo que se dedica a atracar pequeñas sucursales sin llamar demasiado la atención hasta que tienen mala suerte en un banco de Nuevo México. El trabajo se tuerce, casi toda su banda muere en el asalto y el dinero del botín resulta ser de la mafia, que envía a uno de sus asesinos para encontrar a Varrick y ajustar cuentas. Este inicio fulgurante, como le gustaba a Don Siegel, está narrado sin florituras ni aspavientos. Siegel desconoce lo que es rodar planos superfluos. Su cine es sencillo y directo como una frase sin adjetivos. ¿Qué mayor cortesía puede tener con el espectador? Este talento para la concisión narrativa se suma a unos diálogos que parecen salir de una de esas novelas de George V. Higgins que tan bien retratan el lumpen, y un estilo próximo a Peckinpah, con su humor negro y sus explosiones de violencia, aunque sin sus característicos ralentís.
Matones de regate corto, falsificadores de documentos, delatores, todos trapichean para atrapar al personaje principal a cambio de una pequeña mordida. Cuando uno vive rodeado de cazadores hay que procurar parecerse lo menos posible a una perdiz y el protagonista se comporta con la astucia del trampero indio, hasta que da con una solución que le permita desaparecer con el dinero y disfrutar de un retiro desahogado y sin preocupaciones. Charley Varrick no confía demasiado en el sistema de pensiones. Por algo es el último de los independientes.
(Publicado en La Voz de Galicia)
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