Todos los años, cuando se acerca ese lugar común que es la lotería navideña y salen a cabalgar frases de urinario tipo «lo importante es la salud», «si toca, tapamos unos cuantos agujeros» o, recientemente, «el 20% se lo lleva Montoro», me acuerdo de ‘Plácido’, la película que deberían poner en todos los hogares el día de Navidad. Su manera de entender la caridad posiblemente la convierta en el villancico más corrosivo de la historia del cine. Si algún título de Frank Capra se topase de frente con ‘Plácido’ bajaría la vista y escurriría el bulto discretamente, preso del sonrojo que produce ser más famoso sabiéndose inferior.
El argumento es como sigue. En una pequeña ciudad de provincias, unas señoras aficionadas a rezar el rosario y a llevar guantes de perlé inventan la campaña navideña «Cene con un pobre». Aunque prefieren un buen accidente vascular a cenar con un indigente, su deseo de aparentar generosidad, con la pompa del que ofrece puros al que no fuma o una copa de champán al muerto de hambre, oculta su deseo secreto de fumigarlos. Todo va estupendamente hasta que un pobre enferma y se les encasquilla la caridad. Plácido, contratado para el evento, sufre muchas más calamidades que Ulises en su odisea mientras trabaja e intenta pagar al mismo tiempo la letra de su motocarro, al borde de un ataque de embargo. Ya me dirán qué es un cíclope comparado con un notario, que posee dos ojos y además sabe escribir.
Esta pequeña y vertiginosa screwball comedy de la hipocresía reúne semejante caudal de ingenio, vitriolo y realidad que uno se da cuenta de que Berlanga y Azcona calzan el mismo número de broca. Juntos son como un taladro. La facilidad con la que manosean las entrañas de la sociedad de su tiempo, junto con su aversión al sermoneo y a la solemnidad les confiere el estatus de seres especiales. Esos que nacen de tanto en tanto. Su capacidad para convertir el vinagre en risa es antológica. Sus personajes, siempre mediocres y mezquinos, y siempre tratados con una enorme ternura y bondad, nos cuentan que el mundo está bien inventado solo para unos pocos y que la vida puede ser una mierda. ‘Plácido’ posee la minuciosidad y la sobriedad de un atestado, de hecho puede que sea eso: el atestado de una España tan antigua que era el futuro.
(Publicado en La Voz de Galicia)
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