Sting.
Puede que la sociedad circule en dirección contraria pero no importa. Tenemos el fútbol, los realitys anestesiantes y las series de medio pelo que nos permiten ir dopados para la cama. Hace un par de líneas he escrito sociedad aunque quizá debería decir telespectadores.
Las noticias ya son como aquellas cintas de VHS en las que grababas una película encima de la anterior. Lo último borraba lo penúltimo. Incluso puede que así haya sido siempre solo que han aumentado la velocidad. Como quien pasa con alivio a la siguiente pantalla del videojuego ya nos hemos olvidado de los desahucios gracias a una oscura trama fantasmal de supuestas cuentas bancarias de políticos en Suiza.
El asunto chusco de la semana llegó cuando la Iglesia, a la que siempre acusan de no adaptarse a los nuevos tiempos, decide comenzar su modernez haciendo un ERE de pesebre. Su Santidad ha decidido meterle mano al merchandising eclesiástico. Afirma que la mula y el buey sobran. Incluso la estrella ha visto malograda su gran labor como GPS. Ahora dicen que pasaba por allí. Los elementos de atrezzo caen mientras cientos de niños que tenían su pequeño papel animal en la función del colegio se quedan sin trabajo.
Y en vísperas de Navidad, su franja de mayor audiencia.
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