15 agosto, 2012

Marion Post Wolcott

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 Franklin D. Roosevelt en su discurso inaugural como presidente pontificaba: "Veo a un tercio de la nación mal alojada, mal vestida y mal alimentada... la prueba de nuestro progreso no reside en que aumentemos más la abundancia de quienes tienen mucho, sino en que proporcionemos lo suficiente a los que tienen demasiado poco".

 En los tiempos actuales, los profesionales del ninguneo lo tacharían de campechano, de "amigo del pueblo". Sería sumariamente acusado por la gente de mucho melindre, le colgarían el cartel de pobre ingenuo. Meterían el pequeño añadido de "pobre" porque mejora ampliamente el resultado final. La piedad es uno de los mejores disfraces del desdén. Hemos mejorado mucho a la hora de matizar el agravio. Es lo que yo llamo progreso.

 Roosevelt y su "New Deal" realizaron el mayor proyecto de documentación social de la historia de los EEUU. La Farm Security Administration contrató una serie de fotógrafos para que recorriesen los rincones perdidos de América y retratasen a los desfavorecidos. Buscaban fotografías efectistas. El proyecto no dejaba de tener una carga propagandística que pretendía aliviar el excesivo peso de los bolsillos pudientes. Algunas de esas imágenes en blanco y negro se han convertido en iconos del siglo XX. Allí estaba gente como Dorothea Lange o Walker Evans, uno de los que se bajó del autobús en marcha. Quería hacer fotos mostrando que podía haber dignidad en la pobreza pero el gobierno quería imágenes que diesen pena.

 Las fotografías en color de ese archivo no llamaron la atención. Siguen siendo relativamente desconocidas. Una de esas imágenes es la que he dejado más arriba: "Boys fishing in a bayou". Schriever. Louisiana. 1940. Disparada por Marion Post Wolcott.

 Una fotografía puede ser muchas cosas: publicidad, arte, fetichismo, prueba pericial, reportaje, pasarela de moda, pornografía, documento científico, espionaje por satélite, intimidad, recuerdo...

 La imagen de esos dos chicos pescando me gustó por su poder evocador. Uno piensa de forma inmediata en Tom Sawyer y su amigo Huck planificando minuciosamente alguna travesura en la orilla del río. La diapositiva de Marion P. Wolcott es el retrato de un libro: Las aventuras de Huckleberry Finn. Una novela en la que la corriente de un río nos arrastra por el profundo sur americano en la época de la esclavitud. Nuestro guía, Huck Finn, es un virtuoso de la supervivencia, un Lazarillo de Tormes con un don extraordinario para la improvisación. Práctico y poco dado a la metafísica, sabe que la vida tiene un principio y un desenlace conocido pero que su desarrollo a menudo depende de la capacidad de encajar la serie de sucesos azarosos que van cayendo sin orden lógico o previsible. Y a eso le llama aventura.

 Mark Twain hace el resumen de su novela en el aviso inicial que preside el hall del libro. Esa dedicatoria está blindada. No se puede mejorar.

                                             Las personas que intenten encontrar un motivo
                                                  en esta narración, serán perseguidas.
                                                Aquellas que intenten hallar una moraleja,
                                                                serán desterradas.
                                               Y las que traten de encontrar un argumento,
                                                                 serán fusiladas.

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