24 mayo, 2012

Martin Beck

 El matrimonio formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö escribieron juntos, entre 1965 y 1975, diez novelas policíacas en las que crearon a Martin Beck, el protagonista de esos diez relatos. Posiblemente sea más fácil definir a este personaje por "lo que no es". Martin Beck no es un héroe ni un antihéroe, es demasiado gris para ser ambas cosas. No es el típico policía rebelde, que actúa al margen de las normas. No es un genio deductivo dotado de un talento deslumbrante para resolver enigmas, ante el cual, el resto de los mortales reculan a la par que exclaman: ¿como diablos lo habrá averiguado?. No tiene glamour. Tampoco posee la gorra de Sherlock Holmes.

 Martin Beck ofrece sentido común (especie en peligro de extinción) y apego a la realidad, sólo es un tipo meticuloso que, quizá demasiado a menudo, se pregunta si lo que hace vale para algo. Sus compañeros de trabajo también pertenecen a la vida real, son tipos mediocres, con problemas mediocres y vidas mediocres. A menudo, sus trabajos policiales consisten en tareas monótonas con el aburrimiento como actor principal. No hay personajes perspicaces, de ocurrencia apoteósica o frase lapidaria al estilo del agente de la Continental creado por Dashiell Hammett.

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 Hay algo delicioso en la forma que tienen de comenzar cada novela que relaciona a estos dos escritores con el cine de Alfred Hitchcock. Siempre hay una escena inaugural que sirve como detonante, aquello que Hitchcock llamaba McGuffin, ese primer empujoncito que sirve como excusa y provoca que la piedra comience a rodar cuesta abajo. Estos inicios de novela suelen ser asépticos, objetivos, a veces son una mera descripción de un acontecimiento sin carga emocional alguna.

 Estas escenas inaugurales tienen una extraña tensión ya que, el lector sabe de antemano que está ante una "novela policíaca" por lo cual sabe que "algo va a ocurrir", lo que provoca que la atención del lector se ponga alerta desde el primer momento. Igual que en una película de don Alfredo, sabes desde el inicio que la cosa se va a liar, por lo cual, el propio espectador genera el suspense en su cabeza.

 Las historias que vienen a continuación después de esas pequeñas "intro", suelen avanzar de forma cronológica, desarrollando el procedimiento policial con un realismo sobrio y narrando sucesos que, hoy parecen normales, pero que, en su momento, eran poco complacientes con el público de las novelas de finales de los 60. Maj Sjöwall y Per Wahlöö, tienen una peculiar forma de narrar sus historias. Proponen una extraña mezcla entre un humor cercano al esperpento y una forma de contar la realidad y sus malos olores de manera concisa, fría, despojada de todo adorno. Cuando se produce un interrogatorio, no hay dramatismos ni frases grandilocuentes, sólo aparece la transcripción exacta en la que, al principio de cada línea hay una P de pregunta y una R de respuesta.

 Martin Beck y su grupo de policías, arañan la superficie sin piedad y analizan de forma implacable (a un servidor le encantaría ese nivel de autocrítica en el momento actual) la sociedad que les ha tocado vivir. Nos explican su tiempo y la falsedad de ese tópico del estado de bienestar de los países nórdicos en los que los problemas sociales parecían no existir.
La andadura de estos personajes durante diez años en la ciudad de Estocolmo, hace que acabes conociendo esa ciudad a pesar de no haber estado nunca allí. Para eso está la literatura y el cine, para engañarnos y hacer que creamos conocer un lugar en el que no hemos posado el pie.

 Martin Beck podría formar parte del grupo de policías que aparecen en la serie The Wire. Una serie tan apegada a la vida real que hasta los matices tienen matices.

  Como siempre, la novela negra no ofrece sólo entretenimiento.

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