20 mayo, 2012

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 Donna Summer, claro.

 Cómo le gustaba sacudir el micrófono y su pedestal por los escenarios. Puede que los micros evolucionaran hacia el inalámbrico por su culpa. A lo largo de su carrera, fue acumulando logros como desplazar a Gloria Gaynor como jefa del asunto discotequero o, más difícil, grabar una canción de música disco protagonizando un extraño dueto con Barbra Streisand. ¿Y tú que pintas aquí?, le decía uno de los lápices Alpino a un rotulador Carioca.

 Además de obtener esa consagración oficiosa que buscan muchos artistas: convertirse en ídolo de la comunidad gay, también consiguió lo que, de verdad, te da carta de ciudadanía en la nostalgia colectiva, que tus canciones formen parte de alguna película emblemática de los ochenta, en su caso "Flashdance".  

 Buscando vídeos de esta canción, aparece de forma recurrente el que ha salido estos días en todos los medios de comunicación: Donna Summer en una especie de remedo del Studio 54 con unos policías detrás vestidos de George Michael. Sin duda, esta algarabía discotequera no tenía secretos para ella. El que desee verlo, haga el favor de pinchar aquí.

 He elegido otro vídeo en el que Donna Summer se plantea otro de sus retos: introducir algunas moléculas de oxígeno en el ambiente, más próximo al gregoriano, de los premios Nobel.
Qué mejor cosa se puede decir de una cantante que es capaz de poner a bailar a un montón de saurios antidiluvianos que acuden a la gala del Nobel. La heroicidad aún es mayor si tenemos en cuenta que pueden ser lectores de Thomas Pynchon o Don DeLillo.

 El hecho de pasártelo bien y disfrutar, nunca ha tenido demasiado predicamento en el mundo del arte serio. Por eso se llama así, serio. Pues eso, precisamente, es lo que ha conseguido esta cantante con algunos de sus éxitos: hacer que la gente se divierta. Puede parecer una perogrullada, pero hacer disfrutar a otros con una canción, es lo más difícil.

 Una Donna Summer con una energía que, por momentos, parece Tina Turner, un solo de guitarra que no pinta nada, una cabeza caliente volando por encima del público, el príncipe Haakon y Mette-Marit aplaudiendo...

 Fíjense en el director de orquesta. Cómo se lo pasa, el tío.

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