La pasada semana murió Horst Faas. Integrante de esa primera generación de fotógrafos que convirtió el reporterismo de guerra en legendario, sobre todo, gracias a Vietnam, el conflicto fotográfico por excelencia. Compañero de gente que hacía fotos como puñetazos en el hígado. Tipos como Don McCullin, Larry Burrows o Philip Jones Griffiths, que firma el libro más prestigioso acerca de esa guerra: Vietnam Inc.
Horst Faas fue partidario de enseñar la realidad y el sufrimiento tal cual, sin parapetos que protejan el ojo del espectador. Sin anestesia. Editor jefe de la agencia Associated Press durante aquellos años, fue capaz, pese a enormes trabas, de que vieran la luz las dos imágenes más famosas de esa guerra. Una es la foto de Eddie Adams en la que se ve a un general pegándole un tiro en la sien a un prisionero del Vietcong. La otra, es la foto de Nick Ut: una niña corre desnuda por una carretera, abrasada por el napalm y las armas químicas que lanzaban los aviones norteamericanos. La difusión extraordinaria de esta imagen cambió la opinión pública y precipitó el fin de la guerra de Vietnam. Era una época donde una imagen podía cambiar las cosas.
Muchas fotografías de guerra, a veces por captar un instante de épica, otras por mostrar el horror a través de la belleza, otras porque favorecen la visión occidental del conflicto, a menudo se convierten en imágenes que rozan la propaganda. La fotografía que he dejado más arriba, espectacular, tiene algo de todo esto. En principio, podría usarse como anzuelo publicitario del ejército para fomentar el alistamiento.
Arañando un poco más la superficie, de contrabando, la foto ofrece algo más oscuro. Ese momento detenido muestra, de forma casi física, ruido, viento, nervios y un cielo al que los helicópteros no dejan sitio. Debajo de todo eso, escondida, está la sensación de que se ha inmortalizado el momento exacto en el que se produce una invasión. Cuando una maquinaria bélica aplastante, avanza con la intención de arrasar a un enemigo teóricamente débil o inferior. Una ventaja que puede convertirse en algo obsceno, en un abuso, en algo similar a una violación.
Horst Faas, fue un fotógrafo de miradas. En sus imágenes siempre hay niños que miran, soldados que miran y cuando no los hay, la mirada... es la nuestra.
Un complemento para la fotografía que he puesto en esta entrada es el libro Despachos de guerra (Dispatches) de Michael Herr, un libro espeluznante.
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