Luigi Ghirri murió en 1992. Falleció temprano y en voz baja, cuando tenía 49 años. Sus fotografías poseen la genialidad de la sencillez, lo más difícil. Transmiten una sensación de orden, de quietud, con unos encuadres tan pulcros que es difícil no relacionar su trabajo con la arquitectura de líneas limpias. Sus bodegones parecen paisajes y sus paisajes bodegones. Siempre con sus colores desvaídos y con una armonía tan particular que, en algunas fotos, parece que la poesía ocupaba la habitación de al lado.
Muchas de sus imágenes parecen fotogramas extraídos de esas películas, de belleza indiscutible, que Michelangelo Antonioni hacía en las décadas de los 50 y los 60. Una época donde Antonioni, contemporáneo suyo, era un cineasta aclamado por todos los enterados. Los dos poseían un sentido de la composición y un gusto por la arquitectura similar, con ambientes neblinosos y espacios vacíos en los que parece que se escucha el silencio. Luigi Ghirri podría haber sido operador de cámara en alguna de sus películas, salvo por la utilización del color y los actores. En sus fotos, no suele haber esos colores llamativos ni aparecen retratados esos personajes, contemplativos y más vacíos que su entorno, tan del gusto de Antonioni.
Ahora mismo, las cámaras fotografían solas, sólo falta que tengan voz y te echen broncas. Sus automatismos son de ciencia ficción pero, pese a todo, no consiguen reemplazar a las personas que poseen un lenguaje propio, una forma de mirar de un solo uso.
Más abajo, dejo tirado un enlace con más imágenes de este fotógrafo, algunas tienen pegamento para la memoria. Se quedan ahí incrustadas.
Más fotos de Luigi Ghirri --->
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