No tiene pasado ni futuro, sólo presente. Colecciona pasaportes y habla más idiomas que un traductor de la ONU. Le gusta viajar en tren y verse reflejado en la ventanilla. Usa el vodka como desinfectante, pega hostias como panes y tiene la habilidad de matar gente con un boli bic. Practica el balconing y le sale bien aunque prefiere saltar azoteas. Es un hombre triste, torturado, habla poco, la gente que está a su alrededor tiene la extraña manía de morir. Nunca mira a los ojos, siempre mira hacia abajo.
Un tipo al que le han robado la memoria, el nombre e, incluso, la novia. Todos lo persiguen para, a continuación, darse cuenta de que es mejor no tenerlo cerca. Siempre buscando redención, siempre huyendo, siempre perseguido por todos y siempre sólo. Es Jason Bourne, un asesino al que no dejan en paz.
En cuanto oigo los primeros instantes de esta canción de Moby, recuerdo inmediatamente las películas de Jason Bourne, sin duda, los vehículos de acción mejor rodados de los últimos años, por no decir décadas. En los años 70, las películas de acción siempre contenían una secuencia espectacular, casi siempre, en forma de persecución. Llegado el momento siempre había una persecución en coche como la de "Bullitt", una persecución en dirigible como la de "Domingo Negro" o una persecución en todo tipo de medios de locomoción como en "French Connection". Con las películas de Bourne regresó esa tradición. Las huidas en coche de Jason Bourne atravesando París, Moscú o Nueva York son ya un clásico.
Esta semana, la canción dominguera se ha retrasado hasta el martes debido a los menesteres laborales del que suscribe. Pensando en llevarme a la boca un mendrugo de pan, me ocurre lo que al Capitán Alatriste: "me alquilo por cuatro maravedíes en trabajos de poco lustre"...
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