‘Big Time: la gran vida de Perico Vidal’ [Marcos Ordóñez. Libros del Asteroide] se lee con la oreja: uno escucha con asombro la voz de su protagonista mientras resbala por el libro sin apenas percatarse. Perico Vidal fue ayudante de dirección en la época del Madrid ‘de los americanos’ aunque quizá sea más exacto definirlo por su gran talento como ‘resuelve-conflictos’. Era, por decirlo así, el pararrayos de los rodajes. No es de extrañar, por tanto, que sus anécdotas sean relámpagos. Fue amigo personal de David Lean y Frank Sinatra, siendo testigo privilegiado de sus requiebros con Ava Gardner, una relación sobre la que los psicoanalistas todavía no se han puesto de acuerdo. Debutó con Orson Welles y trabajó con Mankiewicz, Liz Taylor, Nicholas Ray o Robert Mitchum. Por tener, hasta tuvo un romance con Marilyn que duró treinta segundos.
Si alguna vez hubo un delegado en España de la franquicia americana del ‘Rat Pack’ ese fue Perico Vidal, incluso en la caída, cuando su vida fue desenfocándose y, después de asaltar el ático, el ascensor lo deja en el sótano, a la intemperie. «Triunfar no es otra cosa que hacer lo que te gusta», afirmaba. Y lo hacía. Respiraba con el aire de aquellas películas corsarias y aventureras que protagonizaba Burt Lancaster en los 50. Su golferío, su facilidad para trabar amistades y su prisa por apurar la vida eran una tara congénita. Un día, sentado en una mesa con dos amigos de Sinatra, Count Basie los invita a su club en Harlem. Tocan dos nuevos talentos. Ante el interés de Perico, sus compañeros le dicen: «¿Harlem, a estas horas? ¿Por qué no esperas a mañana?». Y éste responde con urgencia de teletipo: «Es que está pasando ahora».
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