15 mayo, 2013

El invisible Harvey

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 Una vez conocí a una señora que apagaba el televisor cuando veía a dos boxeadores en faena. Lo hacía exclamando: «¡Jesús, Jesús!». Creía que los púgiles dejaban de pelear cuando ella pulsaba el botón y lo hacía a toda velocidad para evitar una desgracia. He de confesar que me asombré al presenciar el asunto, pero solo un poco. Según los vecinos, esa misma señora tenía un perro que solo mordía a la gente en los días de lluvia, y eso sí me pareció asombroso. No pude disfrutar en directo de semejante fenómeno meteorológico, porque, como decía Ferlosio, llueve cuando llueve, no cuando hace falta. Pero aquel día aprendí que la "normalidad" no existe: depende de factores externos.

 Humphrey Bogart afirmaba que el problema del mundo es que lleva una copa de retraso. En uno de esos callejones de reyerta que hay detrás de los bares de las películas americanas, un hombre que ha perdido el libro de instrucciones de la vida, un borracho, dice la siguiente frase: «Al final son nuestros sueños los que nos sostienen». Ahí descansa el corazón de esta película. "El invisible Harvey" es una comedia repleta de frases brillantes pronunciadas por majaretas. De hecho, el personaje más insensato es el único que dice cosas con verdadero sentido. James Stewart interpreta a un tipo que vive al margen de los códigos habituales de conducta. Un alcohólico bondadoso que posee un gran defecto a ojos de la sociedad: habla con un conejo gigante llamado Harvey. Las travesuras de este amigo invisible provocan su traslado a un sanatorio mental en el que su familia pretende deshacerse de él escondiendo la vergüenza bajo la alfombra.

 Henry Koster dirige esta batalla entre la imaginación y la normalidad. Con una puesta en escena tan invisible como Harvey, la película es una lección de tolerancia que convierte la psiquiatría en una ciencia palurda que pone de relieve el gran miedo de los cartesianos: que el mundo sea de los que se atreven a soñar. Ante todo es una historia sobre la necesidad de la fantasía. La vida no está formada solo por aquello que realmente sucedió, sino también por lo que cada uno ha llegado a imaginar.


                                                                                                                                          (Publicado en La Voz de Galicia)

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