25 julio, 2013

Bola de fuego

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 El guión de ‘Bola de fuego’ fue el último que escribió Billy Wilder para otro director. Vendió la historia con la condición de estar presente en el rodaje y ver cómo trabajaba Howard Hawks. Forma parte de la leyenda que esta película fue un curso rápido de dirección para él. «Lo mío es muy sencillo, yo no me complico la vida, pongo la cámara a la altura de la mirada de un hombre y listo», decía Hawks. Su afán por pasar desapercibido y su escasa afición a la floritura hacen que sus películas sean directas, efectivas y concisas: nunca sobra un plano. Según Wilder, «Hawks dominaba su herramienta, era un maestro de la concatenación. La mayoría de las veces los espectadores ni siquiera se daban cuenta de los cortes de montaje». Al parecer, Wilder se marchó del rodaje porque no aprendía nada. Era como ver jugar a Messi. Parece lo más sencillo del mundo. Cualquiera hace lo que él, solo hay que ponerse.

 El guión de ‘Bola de fuego’ posee una fontanería prodigiosa. Uno podría encontrar un cabo suelto en los diez mandamientos, pero ¿en un guión calcetado por Wilder? Inútil. Además de proporcionarle a Hawks uno de sus temas favoritos (un grupo de profesionales en peligro por culpa de una mujer torbellino), hace la mejor versión hasta la fecha de ‘Blancanieves y los siete enanitos’.

 Un comité de sabios recluido en una mansión escribe una enciclopedia del saber humano. Creen que lo saben todo de la vida pero no han llegado al primer capítulo. Viven apartados del mundo hasta que llega un espécimen asombroso que siembra el caos. Por las comedias del cine clásico transitan mujeres con nombres extraordinarios como Sugar Kane o Lorelei Lee. Todas tienen algo en común: son capaces de hacer que la civilización se tambalee. En este caso, Barbara Stanwyck interpreta a Sugarpuss O´Shea, una cabaretera que pone patas arriba la vida de un manso, un hombre con punto de ebullición bajo al que pone rostro Gary Cooper. Por si alguien lo duda: es Gary Cooper quien ejerce de Blancanieves.


                                                                                                                                     (Publicado en La Voz de Galicia)

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